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¿Cuénteme qué recuerdos tiene de su infancia, de la vida en familia, de su casa...?
En la infancia, estuve yendo al colegio unos cuatro o cinco años. Luego ya por circunstancias porque aquí en el pueblo no había mucha comida, y en mi casa éramos cinco hermanos y sólo mi padre traía un jornal a casa porque trabajaba de capataz fumigador, pero con ese sueldo teníamos que vivir siete.
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¿Le hubiera gustado seguir yendo a la escuela?
Yo me salí con 10 ó 11 años y entonces cuando tenía 17 ó 18 años fui durante unos años de noche a un señor que se llamaba Damián Requena, que era ciego. Y así estuve yendo dos inviernos y cogí lo poco de cultura que pude coger.
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Estábamos en las calles, las personas mayores sentadas en las puertas de su casa al fresco y los jóvenes jugando a marro…
El marro nos juntábamos en una calle a lo mejor doce y hacíamos dos grupos de seis, cada uno en una acera. Consistía en que cuando cogía a uno del otro bando te lo traías a tu acera. Apoderarse un equipo del otro.