Natural de Hoya Gonzalo. De profesión albañil, agricultor y viticultor. Creador de la colección etnográfica de su pueblo. Autor del libro "Forja de un pueblo, historia y postguerra".
Fecha de entrevista: 06/02/2015
¿Dónde nació usted y de dónde eran su padres?
Mi padre era natural de Hoya Gonzalo, mi madre de Chinchilla y yo nací aquí en Hoya Gonzalo. Nací en mi muy mala época, en el 44 del siglo pasado.
¿Mi infancia? Se supone que un niño no tiene motivos para tener una infancia problemática, pero yo me choqué con la enfermedad de mi madre, una enfermedad crónica de asma bronquial que nos obligaba a tener que ir a Albacete, al hospital del Socorro, para que le pusieran una dosis de adrenalina y pudiera volver en sí.
Por lo demás, pues jugaba con los chiquillos a la guerra. Y me pregunto cómo si acabábamos de salir de una guerra nos daba por la guerra de las espadas y no por la de los fusiles.
¿Fue usted a la escuela?
Sí, fui en dos etapas: Empecé en parvulitos y salí a los 7 años; y después, casi a los 9 años, volví otra vez.. Los padres algunas veces tenían que soportar cosas como el tener que mandar a los hijos, me refiero a mis hermanos, a guardar los gorrinos a las aldeas sólo para que les dieran de comer
Mi padre trabajaba y yo me tenía que quedar con mi madre porque no podía lavar. Yo tenía que traer el agua… Pero mi padre fue un hombre culto, me insistía para que fuera a la escuela siempre que pudiera. Y yo siempre que podía iba.
La escuela fue una falta grave del franquismo. De ahí se desprende la cantera de gorrineros y de niñas que se iban a servir a los señoritos de aldeas cercanas de aquí. Salíamos analfabetos. Lo que aprendí lo aprendí en la escuela nocturna. Gracias a que hubo aquellos maestros, unos con títulos y otros sin título porque Franco retiró los títulos a algunas personas por el hecho de ser de izquierdas. En tonces había maestros que iban por las aldeas en bicicletas y enseñaban a los niños que estaban de gorrineros, de muleros...
¿Cómo era la escuela?
La escuela en aquella época era un tanto divisoria, clasificada. Era, de alguna manera, una escuela en la que sólo se admitían y se trataba bien a los niños adictos al régimen. El resto de niños, por ser hijos de un trabajador o de un bracero, estábamos en el banco de esos niños que no les interesaba mucho que aprendieran.
Sólo se fijaban en ti cuando había que cantar el cara al sol o rezar, en si cantabas o no. En si te ponías de pie o no.
¿Se produjo una fractura importante en la convivencia a raíz de la guerra civil?
No, no se conoce una fractura ni peligrosa ni distante. En Hoya Gonzalo no hubo por parte de ningún bando derramamientos de sangre. Encarcelamientos sí hubo alguno, por haber sido de izquierdas, bien comunista o bien socialista, pero denuncias peligrosas no hubo.
¿Hasta que edad estudió y cuándo empezó a trabajar?
Empecé a trabajar a los 12 años. Mi primer oficio fue gorrinero. Después en la agricultura. Mi padre era un hombre que entendía de todos los oficios. Entonces estaba trabajando de albañil, con un maestro de aquí. Mis hermanos ya estaba incorporados a la construcción y yo me incorporé a los 13 ó 14 años. Pero no fui de peón, no… inmediatamente cogí la estela de oficial y cuando tenía 17 años dirigía la empresa totalmente. Trabajábamos por nuestra cuenta, de lo que nos salía... no para hacerse rico porque ibas a una casa a trabajar y malamente sabías cuándo te iban a pagar, pero bueno…
¿Ha trabajado siempre en Hoya Gonzalo?
Siempre. En el año 63 me fui a Valencia a trabajar en la construcción, pero estuve poco tiempo. Me llevé el oficio aprendido. Me fui porque aquí no había trabajo.
A partir del año 65, con la emigración, el pueblo se quedó temblando. Los que se fueron encontraron algo mejor y lo que nos quedamos, como faltaban los otros, pues teníamos más trabajo. Nosotros no nos fuimos por mi madre, porque el médico nos recomendó que nos fuéramos a Alicante porque ese clima no le iba bien y resistimos aquí.
¿Dónde emigró la gente?
La gente que emigró se fue a Valencia, a Alicante. Algunos a Barcelona.
El mayor descenso de la población fue del 58 al 63. Se fueron incluso familias enteras. Vendían lo bancales, recogían lo preciso para poder instalarse en donde fuera.
En aquella época también hubo un señor procedente de Chinchilla (que no fue el feudalista que vino hace 600 años y compró toda Hoya Gonzalo), pero parece ser que en esa década se repitió la historia. Tuvo la picardía de aprovecharse de la gente que emigraba para comprarle las tierras a bajo precio.
¿Y la gente que se fue retornó luego?
No, desgraciadamente no. Han retornado hijos, pero no por trabajo, sino por aquello de ser de Hoya Gonzalo. Y compraban una casica o se la hacían, pero los hijos, los padres no volvieron.
¿A qué se dedicaba la gente en Hoya Gonzalo?
A la agricultura cerealista. Luego hubo una época en la que le dio a todo el mundo por sembrar champiñón. Se metían debajo de los cerros... Mi padre nunca nos quiso meter en éso. Pero la gente que se quedó hizo cuevas y se dedicó a cultivar el champiñón y eso permitió que el pueblo evolucionara a mejor. La gente comenzó a hacer aseos, cocinas, a ampliar la vivienda. Pero luego el champiñón también decayó y retornamos a la agricultura cerealista.
En Hoya Gonzalo nunca ha habido industria, lo que pasa es que hemos sido muy autónomos. Todo el mundo ha tenido algo para hacer en la agricultura.
Cómo se divertían en su época, qué inquietudes tenían?
Recuerdo que en mi juventud teníamos un montón de amigos y de amigas, pero todo eso lo truncó la emigración. A mí se me fueron todos los amigos. En los 60 lo pasábamos muy bien. Hasta llegamos a crear una asociación, el hogar juvenil, que en aquellos tiempos era un poco raro, pero estaba patrocinado por un cura que era del norte. Y el presidente de la asociación era el hijo de un exalcalde.
¿Se conservan las tradiciones de entonces?
Las tradiciones se viene conservando algunas de ellas. A mí me hubiera gustado conservarlas. Antes, en San Antón, se echaban hogueras por todo el pueblo; íbamos los chiquillos, las saltábamos, se las extendíamos…Con Jueves Lardero, lo mismo, nos íbamos todos desde la escuela. Las ¿¿carracoriendas??, que era llenarte los bolsillos de harina y tirárselo a las muchachas. Las candelarias…
Hoy en día, pues en San Antón echan una lumbre en conjunto una asociación y ya está. Los carnavales tampoco son como antes. A mí mi me gustaban los de antes, que iban las mascaras por el pueblo y la gente se vestía con atuendos viejos, ahora se van a un sitio a ver quién se lleva el premio. Pero aquellos carnavales de las máscaras que te cogían y te achuchaban...
San Isidro también se celebra, pero lo celebramos los agricultores que hacemos una comida gigante en la que nos juntamos todos. Nos unimos todos, se celebra en un sitio adrede, se lleva el santo y se le coloca allí en un altar.
Antiguamente también había una romería, la Romería de la Virgen de Fátima, que estaba compartida con Higueruela, y en la que siempre había una riña tremenda entre los de la Hoya e Higueruela. Me contaba mi padre que una señora donó la virgen y la donó a los dos pueblos porque ya se llevaban mal. Se hizo una ermita en mitad del terreno y seis meses se la llevaban unos y los otros seis meses otros. La primera vez que se hizo esa romería, de pronto acabaron allí a puñetazo limpio los curas, los alcaldes, la guardia civil…
¿Esas rivalidades entre pueblos vecinos es habitual?
No me he parado a estudiarla. Casi nunca se ha casado gente de Hoya Gonzalo e Higueruela. Últimamente hay algunos matrimonios, pero antiguamente no. Con gente del Villar, de Pétrola, Casas de Juan Núñez, Chinchilla, sí, pero de Higueruela no. Con Higueruela las distancias las hemos medido siempre.
¿Cómo eran las comunicaciones?
Para las comunicaciones siempre estaba el coche de Mira, que era el coche de línea que pasaba todos los días. Había un señor que tenía un taxi. Y sí, había dos o tres señores que podían permitirse el lujo de pagárselo porque tenían que ir a Albacete a hacer algo de negocio, pues estaba un poco a merced de aquella gente. Aunque si surgía una urgencia también lo hacía. El autobús venía de Almansa, paraba aquí y seguía hasta Albacete.
Y las casas, cómo eran?
Muchas veces lo he pensado… Las casas, dónde se meterían los 1.800 habitantes que tuvo Hoya Gonzalo en los años 30. En una casa que eran cinco o seis y tenían dos dormitorios e incluso eran capaces de alquilar a un matrimonio recién casado una habitación y dormir ellos en otra o en la cuadra o en el pajar. Era así. Después cuando lo del champiñón, esto evolucionó, pero tampoco aquí no se hicieron casas de nueva planta hasta mucho más tarde.
Luego ya sí se fueron haciendo casas unifamiliares y la gente se fue acomodando. Incluso se han hecho en dos o tres ocasiones viviendas en bloque. Pero sí, se han hecho viviendas suficientes como para los más de 700 habitantes que tiene Hoya Gonzalo.
¿Ha sido tierra de viñedos?
Yo me acuerdo que tenía un tío que tenía un pequeño viñedo y nos dijo He cobrado la uva a 37 pesetas el kilo y mi hermanos y yo nos planteamos hacer algo. Y así el resto de la gente, viendo también lo que se había hecho en Higueruela con la cooperativa pues se comenzó a poner viñas y nos incorporamos a la cooperativa de Higueruela y después cuando han pasado los años y se fueron haciendo mejoras como el riego y las espalderas…
Ya nos independizamos y nos vinimos de la de Higueruela. Y al poner el riesgo decían que esta uva ya no era igual que la otra y sin embargo, hoy en día, en Higueruela también la tienen como en Alpera. Y desde luego justificado con análisis de unas variedades y otras y valorando una forma de criar la uva y otras, los resultado avalan que no tiene nada que ver que la viña esté en vaso o en espaldera. Ellos estaban en ese error pero nos obligaron de alguna forma a venirnos y en el 2005 creamos una bodega. Ahora mismo estamos unos 25 socios. Y se vende todo.
¿La tierra ha estado aquí concentrada en manos de unos pocos o estaba repartida?
Ya he dicho antes que aquí hemos sido muy autónomos y que la gente del pueblo casi todo el mundo tenía un bancal para sembrar el trigo y alimentar el cerdo. Esto no era como en Corral Rubio o Pétrola que las tierras eran de unos señores que dominaban el pueblo hasta el punto incluso de traer la cultura del Levante. Aquí también estuvimos algo levantelizados aunque nuestra cultura realmente procede del río. Pero no se nos ha pegado mucho. Allí por ejemplo, en esa zona de Corral Rubio, le dicen la mona, y nosotros seguimos diciendo Jueves Lardero.
Y en esos sitios sí que la tierra era de muy pocos señores y los demás eran todos labradores al servicio de esos señores. Aquí no ha llegado a ocurrir eso nunca. Aquí ha habido una gran finca que se llama la Torre del Capitán que en dos ocasiones ha vendido bancales a la gente del pueblo.
Como sabemos de su conocimiento, de su interés y su aficción, queremos que nos hable ahora de los cucos, de los que hay y de los que se han restaurado
Los cucos…Esto es una larga trayectoria por mi parte porque en los años 70 ya estaba estudiando yo el tema, ya hice dibujos, fotografías en blanco y negro, y ya aquello me dejó pensando en que era un arte…Por qué? Por dos cosas Mi padre se dedicó a hacer cucos en una época, le llamaban para hacer chozas y de ahí me viene a mí la afición y la inquietud hasta llegar el punto en que pude conseguir que en el 2005, nadie se hacía cargo, con los alcaldes y yo iba viendo como aquello se iba destruyendo. Con las grandes máquinas agrícolas y comienzan a limpiar rochas, donde hay muchas piedras. Precisamente ese era el escenario de la piedra seca, lugares donde había mucha piedra, había que retirarla y con las que sobraba construían su albergue.
De piedra seca tenemos aquí un importante conjunto de piedra seca. Estoy entusiasmado con eso porque ha pasado tiempo pero he conseguido el reto que me propuse. Están catalogados y restaurados en parte… Me preocupan dos ejemplares que están en la zona de los militares y que puede que tengan cerca de 300 años. Pero por no tener acceso, sólo los tenemos catalogados y porque lo hicimos clandestinamente.
Hay que entender que mis antepasados fueron carboneros y estaban tirados en el monte y no les que quedaba más remedio que hacer chozas y cucos con todo lo que viniera a mano para poder sobrevivir temporadas enteras. Y de ahí me viene a mi todo esto. Lo mío es una pasión trascendental lo que tengo.Es curioso que el valor de estas obras de la arquitectura popular no se hayan sabido apreciar, quizá por estar acostumbrados a verlas
¿Quizá ese desinterés por estas obras de la arquitectura popular se debe a que la gente lo ha visto como parte del paisaje?
Efectivamente, la arquitectura popular no se ha apreciado porque formaba parte del paisaje. Exactamente, claro. El propio que estaba conviviendo con estas arquitecturas populares no las veía en el campo, pasaba de ellas, Si no venía lloviendo y se metía dentro o hacía incluso lumbre. Mentalmente quienes han estado trabajando en el campo, pastores, agricultores… no tenía ojos para verlos.