Nació en México en 1921 país de origen de su padre. Estudió en México y en París. En 1936 se trasladó a España para unirse a las Brigadas Internacionales.
Falleció en México el 19 de marzo de 2017.
TRANSCRIPCIÓN EDITADA
JUAN MIGUEL DE MORA
GUERRA
P: ¿Hay algún acontecimiento importante de los últimos días además de la salida?
JMM: Estaba yo en Figueras, era comisario de compañía. Estaba todo el Ejército de la República retirándose una parte, por ejemplo, la división en la que yo estuve en el Ebro, que era la 35 División que la mandaba Pedro Mateo Merino, cuyo jefe de Estado Mayor era Blas López Fandos, pasó en orden. Pero había otros muchos otros que pasaban de mala manera. A mí me dieron una comisión en Figueras, pero yo no era más que comisario de compañía, debía tener allí un capitán, pero el capitán que tenía que tener yo, estando en Figueras cayó una bomba y le hirió una pierna y se lo llevaron para Francia. Es curioso que yo tenía 17 años y me hice cargo del mando de la compañía, cuando el más joven de los que había conmigo tenía 24 y los había mucho más mayores. Era una compañía un poco heterogénea porque había recuperado un soldado de aquí y otro de allá, que si un carabinero por aquí, un guardia de asalto, un soldado...
POLÍTICA – PARTIDOS POLÍTICOS - GUERRA
En esa compañía estaba conmigo Manuel Lamoneda Monje, un sobrino carnal de Ramón Lamoneda, que era entonces el secretario general del Partido Socialista Obrero Español. Digo esto porque se llaman igual pero no es lo mismo. El PSOE era otro PSOE, no digo que fuera perfecto, pero era otro muy diferente. Entonces era la noche en la que debía entrar el ejército franquista en Figueras. Toda esta unidad estábamos en un lugar largo con una única salida, y teníamos tres vehículos para salir, pero si no salía el primero no podía salir el segundo, ni el tercero. Con esas condiciones y en ese lugar empezaron a entrar las primeras patrullas. En realidad, la quinta columna ya estaba en la calle. Ya habían pasado los dinamiteros que intentaron volar el castillo inútilmente porque no volaron nada.
Bueno... de esa noche recuerdo que primero había ido al comedor militar y cuando llegué había caído una bomba al lado, con lo cual los platos de garbanzos estaban llenos de cristales, y cada garbanzo lo cogíamos con un palillo y lo sacudíamos para que no llevara nada.
Y al volver le dije a Manolo: “vete a comer”. Y se fue pero a los cinco minutos regresó porque la siguiente bomba había caído en medio del comedor. Con lo cual, si yo hubiera tardado cinco minutos más en comer, no estaría aquí y si él hubiera llegado antes al comedor tampoco.
Esa noche ya estaban encima y había quintos columnistas saliendo de Figueras. Yo no confiaba mucho en la gente que tenía porque a esas horas de pánico ya no era fácil confiar en nadie. Y les dije: "Espérenme aquí", y me fui a incendiar el depósito de intendencia, en el que no había más que cosas militares como uniformes, correajes, había un montón de cosas pero todo del ejército. Lo empecé a incendiar con la ayuda de un carabinero cojo que había por allí y entonces se abrió la puerta y entró un grupo de civiles armados que eran pro franquistas, pero les apunté con el naranjero les apunté (un tipo de fusil) y les dije que se fueran a fuera pero que se pusieran todos a un lado. Salí y me fui en dirección a nuestra base, y cuando llegué allí me encontré a Manuel Lamoneda Monje sentado en el parachoques del primer automóvil porque había dicho "de aquí no nos vamos hasta que no venga Mora", y aunque los demás querían mover los vehículos como él estaba sentado el primero se lo impidió. Entonces ese es otro que probablemente me salvó la vida porque los fachas ya estaban en Figueras.
Apenas habíamos salido de Figueras cuando nos topamos con la columna de evacuación. Me acuerdo de ver una señora viejecita con un loro, una pareja de viejecitos con una carreta de bueyes... libros tirados, de los cuales, ¡por cierto!, aún conservo alguno en el que pone: “libro encontrado por mí en el monte en plena retirada”. Pero ¡claro!, no podíamos seguir y dejar a los viejitos. Entonces extendí a mi gente a lo largo de toda esa carretera que tiene 27 kilómetros hasta la frontera que es la Junquera y Le Perthus y tardamos tres días.
Es curioso que siendo siempre antimilitarista me haya tocado ser militar en varias ocasiones. Nosotros estábamos en contacto directo con el enemigo porque mandaban patrullas, se producía un intercambio de tiros, nos retirábamos y entonces venía un avión franquista y bombardeaba donde habíamos estado y así, en contacto directo con el enemigo conseguimos llegar a la Junquera.
En la Junquera, recuerdo que allí estaba ardiendo la aduana, una casita de la aduana en la frontera y una mesa que también estaba ardiendo y me encontré en la mesa una lata de leche condensada de La Lechera sin abrir y me la tomé entera, chupada en directo,era tal el hambre que me tomé la lata entera.
CAMPOS DE CONCENTRACIÓN
El caso es que después de muchas peripecias llegamos a la frontera, pero otra vez a llorar porque los gendarmes y algunos soldados nos presentaron armas. Allí estaba una delegación de las Juventudes Socialistas Unificadas de Figueras que me recibieron y me dieron un documento que aún conservo y luego ya al campo de concentración de Saint Cyprien pero como no me gustan los campos de concentración pues me escapé y ya que me escapé me puse en contacto con la embajada de México, con Fernando Gamboa y ya me alejé de todas estas cosas. Bueno, cuando digo que me alejé de la guerra es una forma de hablar porque de esa guerra nunca me he alejado, pero por lo menos físicamente sí que lo hice.
EXILIO
P: ¿Recuerda cómo fue la travesía de Francia a México?
JMM: Ahí no hubo españoles. Yo tenía otras relaciones con México previas y vine tranquilamente en un transatlántico de una compañía francesa llamado “El Bretagne”. Ese barco nos llevó de Francia hasta la isla de Guadalupe, de ahí cogimos otro que se llamaba “Santo Domingo” y de ahí a Santiago de Cuba y por último a México. En ese barco también había personas refugiados que iban en segunda o en tercera, pero era un barco de pasajeros. Luego, cuando estalló la II Guerra Mundial, ese mismo barco fue bombardeado por los alemanes, lo torpedearon y lo hundieron.
GUERRA
P: ¿Cómo recuerdas la palabra miedo cuando estabas en los combates? ¿Cómo lo vivíais?
JMM: La palabra miedo no la usábamos mucho porque todo el mundo lo tenía y todos sabíamos que lo teníamos. No era necesario decirlo y no hubo ninguna revelación al respecto. Lo que pasa es que uno se acostumbra al miedo, como a todo, uno va perdiendo el miedo de una forma natural, igual que a la guerra, se acostumbra uno absolutamente a todo. El miedo no se quita nunca pero en aquellas circunstancias teníamos obsesiones mucho más fuertes, como por ejemplo la de no retroceder, la de no ceder terreno. Todos, incluidos los internacionales que estábamos en la 705, la mayoría eran extranjeros aunque también había españoles, asumimos la frase "No pasarán", pero eso no se puede explicar ¿para qué? Eran cosas que sentían las personas que estaban allí y sentían adentro de uno, pero es difícil que las generaciones posteriores entiendan eso. Sobre los combates y esas cosas es inútil entrar en detalles porque es muy difícil transmitir todo lo que aquello fue.
Hoy me contaba un joven español aquí, que su suegro había estado en la guerra pero que no quería hablar nada de lo relacionado con ella y yo lo entiendo porque uno tiene la sensación de que hablar de algo de lo que otros no han vivido es una inutilidad, aunque quienes no las han vivido les puede tocar vivirlas en cualquier momento.
La teoría de Carlyle de los héroes es una estupidez. El héroe es un señor común y corriente que en determinadas circunstancias hace determinadas cosas, pero no deja de ser común y corriente. Pero no se puede transmitir lo que supone eso, no hay descripción.
El otro día en una conferencia, por ejemplo cuando Semprún decía que no pudo escribir hasta tantos años después del campo de concentración, pues yo lo entiendo porque yo tuve que esperar 50 años para escribir de la guerra de España, a pesar de que durante todo ese tiempo estuve escribiendo libros y novelas, pero nada sobre la guerra. Así que esas descripciones no son ni fáciles, ni útiles porque no se puede transmitir lo que es intransmisible.
BRIGADAS INTERNACIONALES - EXILIO
P: ¿Recuerda algún acontecimiento de las relaciones en México entre brigadistas?
JMM: En México yo estuve y coincidí con todos los brigadistas que estaban en México. Allí estuve con un muy amigo mío de las Brigadas en España y otros. En aquellos tiempos empezó la Segunda Guerra Mundial y lo que nos unía a todos era que estábamos empeñados en luchar contra el nazismo, contra la Alemania nazi y pues estábamos todos juntos, los brigadistas en México y los brigadistas mexicanos. Recuerdo también a Roberto Vega González al que fui a esperar cuando lo soltaron los franquistas después de haber estado siete veces condenado a muerte en Valdenoceda, Burgos.
Hubo una gran camaradería hasta que se acabó la Segunda Guerra Mundial, hasta que todos fueron recuperando sus ciudades, sus patrias pero sí hubo una magnífica relación de todos, todos hablábamos de España y soñábamos con España.
Cuando en México vimos que Alemania perdía la guerra, la Asociación de Militares Profesionales Republicanos Españoles, organizó un curso de guerrillas para, supuestamente, atravesar los pirineos para poder cruzar a España. Yo seguí ese curso porque de guerrillas no sabía nada. Y hay una cosa muy graciosa, nos dieron un diploma y yo bromeo cuando digo que soy guerrillero diplomado. Desgraciadamente esa misión fracasó y no pudimos hacer lo que pensamos. Hubo gente de la Resistencia que estaba en Francia y logró pasar, pero los que estábamos allá, no pudimos llegar, no nos mandaron y ya no pasó nada.
DICTADURA - CLANDESTINIDAD
P: ¿Cómo sentía el peso de la dictadura de Franco afianzándose aquí? ¿Te motivó algún tipo de acción o lucha?
JMM: Por eso regresé a España clandestinamente, bajo los auspicios del Gobierno Vasco en el exilio que presidía Jesús María Leizaola y cuyo vicepresidente era José Rezola. Entonces entré en el País Vasco y estuve allí un tiempo en la clandestinidad a las órdenes de la Junta de Resistencia de Bilbao e hice ahí todo lo que pude.
A mí me producía más miedo e inquietud la clandestinidad que los combates en el frente, porque en el frente uno sabe que lo pueden matar a uno y está todo claro. En cambio, andar por las calles de Bilbao, de San Sebastián o de Madrid pensando “aquel tipo que viene con el sombrero igual es de la brigada social, ¿me habrán descubierto?, ¿llegaré a casa?” No pensé en visitar a ningún pariente en España.
Los nervios sufren más cuando uno está en la clandestinidad perseguido por la policía y como me hicieron además ese favor publicitario de sacarme en los periódicos diciendo que "nos visita una alimaña, este periodista mexicano...", pues nunca sabía si lo que me iba a tocar de pronto era una pistola. Eso fue en 1964.
P: Comente alguna cosa más para que así quede grabado.
JMM: El señor Fraga Iribarne no entendió el asunto y le molestó mi presencia. La propaganda española estaba divulgando por todo el mundo el mensaje "25 años de paz". Y entonces llegué yo y empecé a escribir para la revista que más circula en México y en toda América Latina, la revista Siempre. Empecé a escribir sobre lo que era la España de Franco de verdad, no la España que mostraba la publicidad. Sobre cómo vivía la gente, como vivían los obreros, cómo era la represión, cómo funcionaban los sindicatos. Y todo esto estaba saliendo cuando Fraga estaba intentando traer turismo a España y le molestó. Y como era un poco tonto, en lugar de quedarse callado y que lo que yo escribía pasara desapercibido, empezó a publicar en El Español, que era el periódico del Ministerio de Información y Turismo, planas enteras insultándome.
Una editorial de México, publicaron en un librito llamado “Misión de prensa en España” los artículos y la carta a Fraga poniéndole del asco. Fidel Miró se llamaba el director de esta editorial anarquista. Luego ya he escrito un libro completo que se está publicando en la Universidad Autónoma de México, sobre esta incursión mía en la España de Franco.