Antonia ha pasado toda su vida trabajando. Empezó de niña siendo criada y niñera hasta que, junto a su marido, empezó a llevar su propio bar. Y siempre compaginando el trabajo fuera de casa con el trabajo doméstico, criando a ocho hijos.
Fecha de entrevista: 11/06/2015
Me llamo Antonia Rubio Correoso. Nací en el Hondón, en Chinchilla. Mis padres eran de aquí y yo he vivido toda mi vida en Chinchilla.
Cuénteme qué recuerdos tiene de su infancia, de su barrio, de dónde vivía...
Allí nací, y allí me crié. El Hondón estaba lleno de cuevas. Me acuerdo que tenía yo 10 años y vivíamos en la cueva que ahora tiene Doña Carmina. Y entonces yo era una chiquilla, y cogía la escoba y me ponía a barrer y a cantar.
En la guerra vinieron los italianos y estaban en una fábrica que estaba cerrada, y tenían muchísimo de comer. Y nosotros no teníamos nada que comer. Mi padre estaba en la guerra, pero nosotras teníamos gallinas y les llevábamos los huevos a los italianos. Y nos daban pan, azúcar, pastilla de chocolate… Y estaba allí una señora de cocinera, que era la Petra del caguetín.
¿Fue usted a la escuela?
Yo leer no sé, sé más escribir. Íbamos a la escuela que había una maestra que se llamaba Margarita, de aquí de Chinchilla. Íbamos a la escuela a la casa de Noé, las señoritas a un lado y las pobres a otro.
¿Y hasta cuándo fue usted a la escuela?
Hasta que explotó la guerra. Yo me sabía la primera, la segunda y la tercera cartilla. A mi padre se lo llevaron a la guerra.
Cuando ya se acabó la guerra me tuvieron que llevar a servir. Con once o doce años me llevaron al Aljibe, al lado de Camporroso, de niñera. Mi padre iba a trabajar a esa aldea. Me levantaba por la mañana temprano y me ponía a barrer el corral y mientras los muleros hacían gazpachos para almorzar.
Luego se fueron a La Felipa y estuve un año o dos allí también. Pero siendo ya un poco más mayor me puse un día a hacer un potaje y tenía en la lumbre la sartén para sofreír un pimiento y me cayó en la mano un pelotón de humo, pero como no dejaba de fregar se me infectó la herida y se me puso una mano que para qué. Pero como tenía que hacer de todo pues no se me curaba. Me iba también al horno a hacer el pan y tortas de gazpacho. Se me puso la mano muy mala y me tuve que venir a Chinchilla andando.
¿Y cómo conoció usted a su marido?
Me acuerdo que un día de la Purísima estaba allí mi novio y me dijo: Mira, si no te vas de esta casa no vengo aquí más.
Y yo se lo dije a mi madre: Madre, mire lo que me ha dicho Antonio.
Y mi madre me dijo: Pues vas a hacer que estás mala y no vas a trabajar.
Y entonces me fui a mi casa y mi madre le dijo que se buscara a otra porque mi Antonia no va a ir más.
¿Y recuerda a qué edad se casó?
Yo no me casé, entonces nos juntábamos, porque yo salí preñá. Era mi novio más guapo y más apañaó.
Me fui de casa de mis padres cuando me fui con él, y no nos dieron nada! ni una cama donde acostarnos. Di a luz en una cama vieja de mi suegro. Y a los tres días de parir, que tenía una anemia tremenda, mi madre le pidió a una vecina dos litros de leche para dármelos. Y cuando me puse a darle pecho a mi Antonio me dio un ataque que me mordí los dientes. Es que no había nada en la guerra, ni leche, ni pan, ni ná. Si mi madre tuvo que hacer de unos embozos los pañales.
La casa la alquilamos. Pero las madres no nos dieron ná, ni para una cama. Un carpintero nos hizo una mesica para comer.
¿Y cuándo volvió usted a trabajar porque usted ha tenido un bar, no?
Cuando tenía dos o tres chiquillos. Lo pusimos en una cochera de allí de la Corredera que nos dejó un amigo de mi marido. Mi marido era muy trabajador. A su jefe le pidió cuartos para comprar vino y allí todos estuvimos trabajando para enjabelgarlo. Mi marido le pidió a uno que le pintara en un azulejo dos tíos bailando y abajo ponía la samba, por eso tenemos el apodo de 'los Sambas'.
Pero mi marido aparte del bar, trabajaba también barriendo en el cine y teníamos también el bar en el cine. Y mi marido se tenía que ir además a la fábrica a trabajar de noche.
En el cine puso mi marido un restauran que vendíamos gaseosa de La Espiga, pipas y cucuruchos de garbanzos torrados, teníamos unos chiquillos que iban con una cesta vendiendo por el medio… Toda la vida trabajando.
¿Cuántos hijos ha tenido?
Ocho. Y allí en la samba no había pozo porque eso eran cocheras. Pero como no teníamos agua ni na, teníamos que ir a la fuente con un cántaro.
¿Y cuándo dejó usted de trabajar?
Yo he criado ocho hijos y nadie me ha ayudado a nada.
¿Y cómo se divertían en aquella época si es que tenía tiempo para divertirse?
Qué lástima! En aquella época no ibas a ningún lado, si tenías un poco de tiempo pues a tomar un poco el sol. No es como ahora que no se recoge nadie, todo el día por ahí. Entonces tenías que hacer tus comidas, tus cenas... tenías que tener arreglados y limpios a tus criaturas.
Ahí en la plaza había una tienda que pusieron un almacén de estos de Falange y daban ropa, mantas… a quién le hacía falta. Y en el colegio a los chiquillos les daban leche y queso, y a mis chiquillos no les daban porque como iban tan bien arreglados y tan limpicos que les decían que no tenían falta.
Teníamos una casa vieja que le decíamos el chalé. Y allí hacía matanzas. Venían médicos, curas, allí venía todo el mundo…
Las matanzas se hacen muchísmo buenas. Yo lo hacía en una sartén, de esas grandes que todavía la tengo, lleneticas de ajos y ahí se freían las tajaicas de la barriga que se partían a trocicos muy pequeños, y con toda esa grasa que sueltan pues se echaba a otra sartén y fríes unos ajos, les echas pimientos, tomate, el pimentón picante… y ahí haces el ajo mataero. Matábamos a los cerdos allí.
Y luego en la noche, para quien se quedaba, arroz caldoso, si tenías pollo, conejo, o con trozos de lomo o costillas… Y de dulces típicos pues mantecados, y en Semana Santa los rollos fritos, y las fritillas. Yo he hecho muchísimas fritillas, cuando llegaban el Viernes Santo hacía para todo Cristo.
Hábleme de la Semana Santa de Chinchilla
Pues la Semana Santa muy buena. Los curas que ha habido aquí han sido muy buenos y han arreglado todo porque la Iglesia estaba destrozada, la Iglesia que es preciosa y había unas imágenes! Que cuando se las llevaron, que yo lo ví...
Estando nosotros en la plaza fue cuando vinieron los milicianos y se fueron a la Iglesia. Y estaba la fuente llena de gente y ahí veíamos cómo sacaban a los santos y los tiraban, y allí toda la gente llorando…
La cuerva se hace con vino y azúcar. Se echa un poco de agua para deshacer el azúcar y luego le echan el vino y hacen unas lebrillacas que para qué. Y paloma también con anís fuerte, hielo y azúcar… Antes en las fiestas lo hacían y en el baile lo daban a la gente, todo de balde.
¿Cuántos nietos tiene usted?
Yo tengo 16 y 10 bisnietos. No los tengo aquí, los pequeños están todos por ahí. Aquí están los grandes que ya no hacen caso.
¿Qué consejo le daría usted a los jóvenes?
Uhhh yo les diría que trabajaran y fueran más decentes. Yo estoy en mi casa y no hace mucho tuve que levantarme y asomarme al balcón y les dije: “ahora mismo llamo a la guardia civil”, que estaban con el contenedor de la basura y lo echaron para abajo.
Se meten para allá y beben, se drogan…