Hija de un brigadista internacional de origen griego y de una albaceteña.Su padre, George Tsakos, vino desde EEUU a España en 1937 con la Brigada Lincoln, es herido en un bombardeo y pasa su convalecencia en Albacete. Allí conoce a Llanos Moratalla Gallego, con la que contrae matrimonio el 12 de noviembre de 1937. Huyen juntos a Francia y allí los internan en diferentes campos de concentración y en el año 1939 en Bayeux, nace su hija Anastasia.
Fecha de entrevista: 18/02/2020
P: ¿Cuál es su nombre?, ¿dónde nació y su fecha de nacimiento?
ATM: Me llamo Anastasia Tsackos Moratalla. Nací el 26 de agosto de 1939 en una ciudad del norte de Francia, en Bayeux, una ciudad muy bonita, por cierto. Con una historia muy bonita de cuando la fui a conocer.
P: ¿Con quién vivía usted?, ¿cómo fue su infancia?
ATM: Yo me crié con mis tíos y con mis abuelos. Mis abuelos mueren con 6 meses de diferencia cuando tenía 7 años, y mi madre había muerto antes, cuando tenía 5 años.
En esas edades no te preguntas nada, ni pregunto por mi padre, ni por nada. ¿Qué vas a preguntar con 5 ó con 7 años? Te habitúas a la vida, a que te lleven al colegio, a jugar y nada más. Es cuando te vas haciendo mayor que empiezas a preguntarte.
P: ¿Cuándo te enteraste que te llamabas Anastasia?
ATM: Yo me enteré que me llamaba Anastasia cuando fui al Instituto, al matricularme en el Instituto.
Cuando llegué, a mi abuela no le gustaba el nombre, además de parecerle el nombre muy feo, era el nombre de mi abuela paterna. Hablaron con el sacerdote de la parroquia de la Purísima, Don Rafael (buenísima persona) y le comentaron que no sabían si estaba bautizada o no. Todo esto se les ocurre después de fallecer mi madre. El sacerdote comentó de bautizarme “bajo condición”. El sacerdote pregunta por el nombre, y deciden el nombre de María. No obstante, el sacerdote o porque lo conocía o porque existía algún documento, afirmó que me llamaba Anastasia, pero decidió mi familia que me llamara de primer nombre María, que era el nombre de mi abuela materna, y Anastasia después. Y yo toda la vida y para toda mi familia he sido “Mari”. Después he reivindicado mi nombre porque éste me gusta más y porque además en mi carnet de identidad yo tengo el mismo nombre que hay en mi partida de nacimiento, en una partida literal que yo misma fui a recoger a Bayeux.
P: ¿Cómo se conocieron sus padres?
ATM: Es una historia muy curiosa. Mis abuelos tenían una alpargatería en la Plaza de las Carretas, y mi padre estaba en la Gota de Leche, aunque no sé muy bien si fue después de que lo hirieran en un brazo y por eso estaba allí.
La alpargatería tenía una puerta de cristal que daba a la calle, allí había varias oficialas trabajando, todo se hacía a mano, todo era artesanal y mi madre estaba allí. Creo que mi padre pasó un día a comprar algo, tal vez unas zapatillas, y la vio, creo que cada día pasaba a comprar algo que luego regalaba (sonrisas), porque quien me ha hablado de mi padre me ha dicho que era una persona muy generosa. Así empezaron y debieron caerse bien.
Mi madre tenía una amiga íntima que yo la quería mucho, “la tía Dolores” y con esa amiga salían a dar una vuelta a pasear un poco, porque a pesar de la guerra, aunque la situación era difícil, la gente seguía viviendo y seguían teniendo sus ilusiones y sus alegrías. Así fue como poco a poco…., hasta que llegó un momento que mi padre le dijo a mi madre que para él ella era la mujer de su vida y que quería casarse con ella.
Aquí es cuando empieza la tragedia, cuando mi madre lo dice en casa de mis abuelos y estos dicen que no. Mi madre era mayor de edad, y debió decir,.. “bueno me da igual, es mi vida”.
P: ¿Por qué piensa que dijeron que no?
ATM: Creo, que en principio porque era un hombre extranjero y no sabían nada de él. También porque mi madre tenía una cardiopatía y era una persona muy cuidada, muy atendida y que todos estaban pendiente de ella y debieron pensar que si se iba la perderían. Mi tío Pepe era el mayor, y ella era la mayor de las mujeres ya que eran seis hermanos. Yo creo que todo esto contribuyó a que mis abuelos tuvieran miedo de lo que fuera a pasar con su hija.
P: ¿Cuándo se produce la separación que es lo que marca que no vuelvan a ver a su padre?, ¿qué ocurrió?
ATM: Yo nací en 1939. Desde el momento en que nací, mi padre dijo que aquí no podían seguir, porque además ya se veía que iba a haber una Segunda Guerra Mundial, ya estábamos en los prolegómenos de esta Segunda Guerra Mundial y le dijo a mi madre “nos vamos a Estados Unidos”. Él por lo visto, allí tenía posibilidad de trabajo. Como se fueron huyendo, se fueron sin ningún tipo de documentación, y les pidieron a mis abuelos la partida de casamiento de mis padres, que se casaron el 12 de noviembre de 1937, lo sé porque vi la partida y la fecha se me quedó grabada. Pidieron la partida de nacimiento de mi madre, en fin, para irse legalmente, no irse de cualquier manera. Al no mandársela mis abuelos, mis padres acordaron que mi madre viniera a Albacete conmigo para que me conocieran, tenía en aquel momento ocho meses, y se llevaría la documentación.
P: ¿Él les esperaría allí?
ATM: Estos documentos les hacían falta para tramitarse la cédula personal, que sería a lo mejor para poder viajar.
Al poco de llegar a España, Franco decidió cerrar las fronteras, con lo cual mi madre ya no pudo salir, ni se podía entrar.
Hay un documento en el que desde el mismo día que llega mi madre, tenía que presentarse al Gobernador Civil. Hay una serie de sellos con fechas, con una diferencia de dos o tres días. Mi madre tenía que presentarse y le ponían el sello como para certificar que seguía aquí y que no se había ido.
Fue un momento muy difícil, muy complicado y muy doloroso.
P: ¿Conoce el nombre del campo de refugiados o el campo de concentración en el que estaban?
ATM: No lo conozco. Conozco la ciudad, pero no sé el nombre del campo.
P: Sus padres tenían claro que querían irse a Estados Unidos, ¿tenían absoluta libertad para poder irse desde Francia?
ATM: Sí, pero el problema era que no tenían la documentación necesaria para poder viajar allí, y les exigían esa documentación. Si la hubieran tenido, se hubieran ido y no hubiera habido ningún problema. El problema fue que mi familia rechazó a mi padre y eso implicó la falta de ayuda a mis padres.
P: ¿Qué ocurre una vez en España, en Albacete?
ATM: Una vez en España, se cierran las fronteras. Mi madre ya no puede salir y mi padre viajó a Portugal, allí estuvo bastante tiempo y también viajó a Gibraltar. Él se acercó lo más posible a Albacete. A partir de ese momento, no hubo manera de que mis padres pudieran encontrarse nuevamente. Todo esto lo sabía por la correspondencia, por las cartas que se enviaron.
P: ¿Cuándo fue la última vez que tuvo noticias de su padre?
ATM: Posteriormente a toda esta situación, mi padre regresó a su país, a Grecia, y continuó escribiéndome durante tiempo. Mi padre cuando llegó a España en la guerra, la metralla de una bomba le inutilizó el brazo derecho, con lo cual, necesitaba siempre a alguien que le pudiera escribir. En Grecia, me escribía por medio de un sacerdote católico de la Embajada Española en Grecia que se llamaba Ireneo Typaldos.
La última noticia que yo tuve de mi padre, fue a través de una carta de este sacerdote, que me dijo y lo digo literalmente “su padre fue una persona muy brava (valiente), pero muy desgraciada”. Comentó que hacía tiempo que no sabía nada de él, tenía intención de ir a Rumania, donde vivía una hermana de mi padre. Tenía en ese momento alrededor de veintitantos años.
P: Durante ese tiempo que hubo correspondencia, ¿no existió la posibilidad de un reencuentro?
ATM: Eso es algo que siempre me he recriminado. Siempre, siempre…
Vamos a ver, hay una parte en la que yo me doy mazazos, me doy golpes contra la pared. Yo, he valorado muchísimo todo lo que mi familia hizo por mí (se emociona), y no quería hacerles daño, diciendo, “os pongáis como os pongáis, me voy a buscar a mi padre”, tampoco tenía los medios, yo no trabajaba, no disponía de nada, tampoco se viajaba como ahora. Eran épocas muy difíciles, pero si es verdad que quizás pude haber hecho algo más de lo que hice…..ahora ya no hay solución.
P: Lo tendría más complicado…
ATM: En muchos sentidos. Tanto emocionalmente, como económicamente. Era otra historia. Claro que duele, y duele mucho.
Yo, todos los días de mi vida voy a….Yo no sé si es que he idealizado a mi padre, pero pff!, todas las referencias que he tenido de él han sido muy buenas. Tengo que decir, y me duele también decirlo, que siempre pienso más en mi padre que en mi madre, ¡fíjate que cosas!, no sé por qué. Pienso que él también sufrió mucho.
Me hubiera gustado haber tenido otra vida. Sobretodo porqué he echado muchísimo de menos no poder decir “mi padre y mi madre”.
Recuerdo un día que le dije a mi tía Isabel “mamá”, ella me respondió: “no Mari, tú mamá no está, yo soy la tía Isabel”. Es esa necesidad que tienes. En los momentos importantes de mi vida, me hubiera gustado muchísimo tenerlos a mi lado, y en los momentos duros que los he tenido y muchos, haberlos tenido a mi lado.
Leí yo un libro de Elisabeth Kübler-Ross qué habla sobre la muerte, era una mujer que estudió muchísimos casos, y decía que cuando te mueres, tus seres queridos vienen a recibirte, y siempre pienso que si eso es verdad, ese día yo veré a mi padre y a mi madre. Esa idea la tengo metida aquí dentro, sé que no es cierto, pero esa esperanza ahí está. Como decía Platón un corpus (inaudible 12:40) que cae en el espacio. No sé si llamarlo ilusión o cómo llamarlo.
P: ¿Dónde estaba su madre cuándo usted nació?
ATM: Creo que mi madre estaba en un campo de concentración. Ella tenía una cardiopatía, y el parto se presentaba mal porque yo nací muy grande, y decidieron que se iba a morir si no la llevaban a un hospital. Al final tuvieron que llevarla para poder atenderla allí.
P: ¿Por qué nació en Francia y estaban en ese Campo?
ATM: Mis padres se fueron a finales de 1938, principios de 1939, desconozco la fecha exacta, se fueron huyendo como tantos españoles republicanos, y mi padre más, que como brigadista que era, pues con el miedo de que el franquismo le pudiese hacer daño, lo pudiese matar o encarcelar.
P: En Francia estaban en campos diferentes pero ¿tenían la posibilidad de verse, de reencontrarse en algún momento?
ATM: Supongo que sí. Para mí todo es un supuesto. Yo quiero creer que fue así. En las cartas que tengo de mi madre viene que estaban en campos de concentración diferentes.
También en las cartas le decía a mi abuela: “no me habléis más mal de Jorge, es mi marido, me quiere, cuida de mí, le quiero mucho”, como diciendo: “ya está bien”.
Pero sí que decía que estaban en campos de concentración distintos. Dicen las cartas: “aunque nos comunicamos”. Supongo que tendrían oportunidad de verse. Vamos a ver, ellos no eran prisioneros, eran refugiados. No sé por qué razón, la mujer estaba en un sitio con niños y los hombres estaban en otro. Quizás para que no hubiera un hacinamiento de familias.
P: ¿Cuándo llegó su padre a España y de dónde procedía?
ATM: Mi padre llegó a España en 1936. Procedía de Estados Unidos. Vino con la Brigada Lincoln, con todos los brigadistas que llegaron entonces a Albacete, que fue la sede de las Brigadas Internacionales.
Cuando vinieron las Brigadas Internacionales, a mí me pidieron que acompañara a un hombre a Madrigueras y fuimos hablando en el camino. Él era un brigadista que iba a poner una placa en un monumento de Madrigueras y en el coche fuimos conversando. Aquel hombre me contó que había tenido una hija con una mujer española en Barcelona, nunca había sabido nada de ella y que ojalá pudiera saber algo. Yo me quedé con el nombre y empecé a llamar a emisoras, de radio, televisión… ¡moví una…! No sé cuántas llamadas hice. Al final la encontraron en Barcelona, y la hija no quiso saber nada de su padre. Yo eso no me lo podía imaginar (entre sollozos), no me podía imaginar que no quisiera saber nada de su padre. Esas cosas no las entiendo ¡Dios!
P: ¿A qué se dedicaba su padre cuando estaba en Portugal?
ATM: No lo sé. Me hizo una entrevista un periodista griego, Giannis Pantelakis, es también escritor, tiene un libro que es un “bestseller”, y está investigando sobre los brigadistas griegos. Yo creía que mi padre había venido desde Grecia o de alguno de los países de los Balcanes, pero no. En uno de los últimos documentos que me mandó fotocopiado se refleja que mi padre vino con la Brigada Lincoln desde los Estados Unidos, una cosa que yo no sabía. También hay una relación de los brigadistas que vinieron de Estados Unidos y al lado de cada nombre, viene la profesión. Al lado de mi padre pone “chef”, pero no se sabe bien si venía como jefe de algo o simplemente como chef de cocina que podría ser. Eso lo hemos comentado con Antonio. Realmente no lo sé, porque tampoco se hablaba en mi casa nada de todo esto.
P: ¿Había reticencias por el hecho de que fuera brigadista, por el tema ideológico?
ASM: Sí, sí, sí. Es que esto era muy fuerte porque mi abuelo era el jefe de servicios municipales de Albacete y cuando se supo que mi madre estaba en relación con mi padre, tengo el expediente, a mi abuelo lo depuraron por su afinidad con las hordas rojas y creo que mi abuelo no habló ni una sola vez con mi padre. El hecho de que mi madre se casara con mi padre, trajo muchos problemas a toda la familia. Creo que siempre ha habido mucho miedo a que te etiquetaran a qué dijeran que tenían relación con esta parte que luego con el fascismo, se defendió, no, todo lo contrario.
P: Pero es curioso, porque precisamente él sufrió represalias por esa vinculación y a lo mejor en vez de revelarse contra eso…
ASM: Ya, claro. En vez de revelarse contra eso…Cuando yo leí el expediente, las declaraciones de mi abuelo me hacían daño porque pensaba que él debía haber defendido a mi madre o defender otro ideal, pero se quería mantener neutral, él decía siempre que él era neutral, él ni de unos ni de otros.
Pienso que la gente tiene que tener ideología, se tiene que definir y tiene que saber cuál es su ideal, cuál es su camino y cuáles son sus sentimientos hacia un lado o hacia otro. A mí eso me ha dolido. Tampoco le conocí tanto porque yo tenía siete años cuando murió y tres años antes él ya no estaba en este mundo.
En el tema de mi abuelo fue horrible lo que le hicieron, se trastornó. De estar en un despacho en el Ayuntamiento lo llevaron a un fielato, el Fielato del Rosario, allí se trastornó por completo. Mi tío Enrique trabajaba en el Banco de Bilbao, mi tío Pepe en el Banco Central, los dos con buenos puestos, los llevaron al norte, los…no sé cómo se dice…los deportaron...yo que sé.
P: ¿Y qué pasó en Francia, una vez decidieron huir y llegaron allí?
ATM: Creo que al llegar a Francia según tengo entendido, los franceses estaban obligados por convenio o por otra razón a recoger a los refugiados españoles, y se decía que los toleraban pero no los aceptaban. Por imposición política eran tolerados, y se los tuvieron que llevar a determinados campos de concentración pero realmente no eran queridos, así que la situación allí tuvo que ser muy dura. De hecho mis padres se querían ir a Estados Unidos, sobre todo mi padre, porque era el país de dónde procedía.
Mi padre era griego pero no sé por qué, él estaba en Estados Unidos cuando empezó la Guerra Civil Española y un grupo de gente con ideales, o por lo que fuera, unos tendrían unas motivaciones y otros con otras, decidieron venir a luchar contra el fascismo porque lo sentían así.
P: Usted ha dedicado gran parte de su vida a luchar por unos ideales, quizás por un resarcimiento personal. Ha comentado que hay que tener ideales.
ATM: Sí, hay que tenerlos. Yo siempre he pensado que los ideales de mi padre eran los buenos, que era la izquierda. Yo soy de izquierdas. Quizás cuando era joven no sabía lo que era una cosa ni otra, pero conforme he ido madurando y conforme he ido teniendo más conocimiento de la vida, evidentemente tengo un criterio muy claro de dónde quiero estar y junto a quien quiero estar.
P: ¿Sufrió durante su infancia algún tipo de represalia, o se sintió estigmatizada por algún motivo?
ASM: Recuerdo algo que no se me va a olvidar jamás en la vida. En aquel entonces debía tener unos 7 años porque todavía no había hecho la Primera Comunión. Mis mejores amigas, iban al colegio de las Dominicas, y mis tías, aunque nuestra situación económica era de una clase media, también querían que yo fuera a Dominicas. Lo he dicho y lo diré siempre que ellos quisieron darme lo mejor. En aquella época educarse en un colegio de monjas era lo mejor que había y eso es lo que quisieron. Bien, les dijeron “la niña empieza, tal día el curso, tiene que traer un uniforme de invierno, uno de verano, un sombrero y así lo que se necesitara”.
Llegamos a la puerta del colegio, entrar con mi tía de la mano, es que se me hace un nudo en la garganta (se le traba la voz), salió la hermana portera y dijo: “lo sentimos muchísimo, la niña no puede venir aquí porque nos hemos enterado que su padre es rojo”. Lo agradezco, me eduqué en colegios públicos en el colegio “La Santa”, tuve unas maestras buenísimas, dijeron que podía estudiar, que tenía capacidad y siempre me trataron muy bien.
Eso no se me olvida, pero más que por mí, a mí me daba lo mismo, sino por mi tía, ver a mi tía llorar por el hecho de pensar: “todavía nos están machacando”.
P: ¿Cómo era su vida en aquel entonces en Albacete?
ATM: El Albacete de aquella época era pobre, con muchas restricciones en muchos aspectos, íbamos al cine a general porque no había para mucho más.
Cuando mi abuelo muere, la alpargatería desaparece y mis tías vivían con una pequeña renta ya que mi abuelo tenía unas tierras y unas casas, y de la pensión de orfandad.
Una de mis tías, que no tuvo hijos, fue la que se ocupó de la parte económica mía. Vivía en Alicante. Yo estudiaba aquí en Albacete pero las vacaciones eran en Alicante y ella era la que sufragaba todos mis gastos.
Por eso, en este sentido, yo me he considerado afortunada porque a pesar de que hubo un rechazo, me acogieron, aunque me pudieron haber llevado a un orfanato. Yo eso lo agradeceré siempre. De hecho, mi tía tuvo la enfermedad de Alzheimer durante 14 años y quien la cuidó hasta el último día fui yo.
Con un grupo de gente creamos la Asociación de Alzheimer de Albacete. Fui la primera presidenta de la asociación. La primera sede estuvo en mi casa. Nos reuníamos en la mesa de mi comedor y mi despacho, era donde se crearon los estatutos.
P: ¿A qué se ha dedicado usted?
ATM: Me he dedicado a la enseñanza. Yo empecé a trabajar muy tarde. Empecé a trabajar con 40 años. Estaba en una situación en la que no pensaba mucho en trabajar. No es que no me gustara trabajar sino que mi marido tenía negocios y prefería que yo estuviera a su lado. Trabajé en la enseñanza en Mallorca, que viví 32 años. Aquí en Albacete trabajé de educadora en Albaidel, centro de menores conflictivos y también estuve allí de directora. También estuve de directora en el Tren Azul. A mí no me importaba trabajar en una u otra cosa.
Mi último trabajo fue en el Ayuntamiento como coordinadora del Plan de Empleo.
P: ¿Recuerda el primer colegio donde estudió?
ATM: Mi primer colegio lo recuerdo como si fuera ahora mismo. Yo veía que llegaban cartas. Me acuerdo del nombre del cartero, Blas, gordo, fuerte. Cuando venía con una carta de mi padre, venía con la mano así (alza y agita la mano, se supone que con la carta), él sabía que me daba mucha alegría.
Aprendí a escribir muy pronto, con cuatro años yo ya escribía. Me llevaron a un colegio de “perra gorda”, se llamaba así entonces. Una mujer, Doña Mercedes, al final de la calle del Cid, en una cámara, porque allí había una cámara, tenías que asistir con tu babi, tu perra gorda en el bolsillo y una banqueta. Allí aprendí las primeras letras. Estuve allí algún tiempo. Después fui a otro colegio más o menos igual pero más avanzado, y cuando ya tuve que asistir a un colegio más arreglado y en condiciones, fue cuando me quisieron llevar a Dominicas que no me admitieron porque mi padre era rojo y fui al Colegio Santa Quiteria. Me acuerdo del nombre de la directora, Doña Carmen (¿Lagarta?).Me acuerdo de mis profesoras, Doña Filomena y Doña Soledad. Esta última fue la que les dijo a mis tías que yo debía estudiar porque tenía capacidad para ello.
De allí pasé al Instituto. Estuve en el Instituto Bachiller Sabuco, que era el único instituto que había en aquel momento en Albacete. De allí pasé a estudiar Magisterio en la calle Salamanca, donde se encontraba la Escuela de Magisterio. Me acuerdo de todas las profesoras y del ambiente que se vivía allí. Posteriormente a los treinta y tantos años, fui nuevamente a la Universidad y estudié psicología clínica. Me ha gustado estudiar. No he sido brillante, no he sido de matrícula de honor, pero me he defendido.
P: En la época en que usted estudió, ¿estudiaban muchas mujeres?
ATM: Sí, había bastantes. Yo tenía 11 años cuando empecé y ya estaban bastantes niñas. En el Instituto estábamos separados las niñas y los niños, es decir, entrábamos por escaleras diferentes y los profesores por la escalera del centro. Cuando podíamos nos colábamos por la del centro para hacer rabiar al bedel (entre risas).
Era una tontería porque los niños por un lado y las niñas por otro y cuando llegábamos arriba nos juntábamos, pero ¡en fin! cada uno por una escalera.
Me acuerdo mucho del Instituto y de mis profesores. Me acuerdo muchísimo.
P: El hecho de que no le aceptaran en Dominicas, el hecho de que eso le obligara a ir a un Colegio Público. ¿Eso fue al final algo positivo?
ATM: Pienso que sí. Yo he tenido muy buenos profesores, tanto cuando estaba en Primaria, que antes no se llamaba así porque no existían esas etapas educativas, ni existía Primaria, ni Párvulos, como después de estar en Santa Quiteria que estuve en una Escuela nitaria en la Calle Concepción con Doña Llanos García del Olmo, una gran maestra. Siempre se me han dado muy mal las Matemáticas, y ella era muy buena explicándolas.
P: ¿En qué momento se le despierta a usted la conciencia política?
ATM: Creo que la he tenido siempre, pero llega un momento en el que piensas que tienes que participar. Participar es militar en un partido y participar desde dentro porque te sientes más responsable. Hace 24 años que estoy afiliada al PSOE.
Mi marido que era más de derechas, sin embargo, luego fue a casarse conmigo. Tenía otra ideología porque él era de los que decía que con Franco se vivía mejor, que a mí se me “llevaban los demonios”. Pero mi conciencia política despertó después.
P: En la época en la que usted iba al Instituto con sus compañeras, ¿ya existía algo de esa inquietud política?
ATM: No. Nada en absoluto. Yo no recuerdo ni una mínima expresión relacionada con la política, nada. Entonces lo que se estudiaba era los 27 puntos de la Falange “la Falange era un movimiento político creado por José Antonio para salvar España”. Ese era el primer punto. Todo estaba enfocado al fascismo, todo. No conocíamos otra cosa porque nos habían cerrado las puertas para conocer otras cosas. No se hablaba para nada. Creo que no sabíamos ni lo que era la política.
Los jóvenes de ahora están mucho más concienciados, más implicados y son más participativos pero en aquel entonces no había tanta participación, Supongo que fue por miedo a tanta represión. Represión y represalia.