Entrevista realizada por “Visión 6” en 2005 y editada por el IEA en 2021.
Alberto Iniesta Jiménez nació en Albacete en la calle Gaona, el 4 de enero de 1923.
En 1951 ingresa en el Seminario Menor de Hellín, embrión de lo que sería más tarde el Seminario Mayor de Albacete. En 1952 se traslada a Salamanca, al Colegio Mayor Santiago para vocaciones tardías, estaría allí hasta 1958, año en el que fue ordenado presbítero en Lourdes. Tras una breve estancia en la parroquia del municipio de San Pedro, es destinado al Seminario Mayor de Albacete como formador superior.
Fue obispo de los barrios de Moratalaz y Vallecas y Obispo Auxiliar de Madrid durante veintiseis años, desde 1972 a 1998. Allí formaría parte del equipo del cardenal Tarancón, persona clave en la renovación de la Iglesia Católica tras el Concilio Vaticano II y en la Transición política española, por su implicación social a favor de los derechos de los más desfavorecidos.
En 1998, tras su jubilación, volvió a la Diócesis de Albacete, dando charlas espirituales y conferencias por toda España.
Falleció el 3 de enero de 2016. Fue enterrado en la Colegiata de San Isidro de Madrid.
Fecha de la entrevista: 2005
P: Queridas amigas y amigos muy buenas noches, bienvenidos a Visión 6. Esta noche tenemos con nosotros en “La otra cara” a don Alberto Iniesta Jiménez, quien durante un montón de años fue obispo auxiliar de Madrid, con una persona clave en la transición política, me estoy refiriendo concretamente a don Vicente Enrique y Tarancón, cardenal de Madrid.
Buenas noches don Alberto y bienvenido a Visión 6 y a nuestro programa “La otra cara”.
AIJ: Buenas noches Fernando, y bien hallados a ti y a la emisora.
P: Cuando hacía referencia a “un montón de años”, concretamente era de 1972 a 1998.
AIJ: Sí, en efecto.
P: Con este reportaje que le vamos a ofrecer a nuestra audiencia y a usted, vamos a intentar reconstruir un poco lo que ha sido la actividad pastoral que ha desarrollado usted a lo largo de tantos años y lo que ha sido un poco su vida, desde sus inicios, desde su infancia.
(REPORTAJE:
Alberto Iniesta Jiménez nació en Albacete en la calle Gaona, el 4 de enero de 1923. Es hijo de Carlos Iniesta y de Isabel Jiménez, un matrimonio que por aquel entonces tenía una sastrería en la calle Mayor, para una clientela ciertamente distinguida.
El pequeño Alberto compartiría el hogar familiar junto a sus hermanos Carlos, Pedro e Isabel.
El negocio familiar marchaba bien, y con la holgura suficiente para que la familia se pudiera permitir que Alberto fuera a una escuela de pago.
Afirma que tiene pocos recuerdos de aquella época salvo el de aquel maestro que era un gran devoto de la fe católica, pero que blasfemaba continuamente para acabar siempre con el “que Dios me perdone”.
Así fue desde los siete años hasta los once años, en que su padre lo puso a trabajar, pues según dice Alberto: “mi padre no entendía que el hijo de un sastre tuviera estudios superiores”. Le buscó un trabajo en las oficinas de la droguería de Matarredona, junto a la farmacia de Santa Teresa, en la que hacía recados, tareas de limpieza y cosas por el estilo.
Acabada la Guerra Civil, la penuria y los problemas también afectaron a la familia Iniesta Jiménez como a todos los albaceteños. El padre tuvo que despedir a todos los empleados, y la familia pasó muchas penurias que culminaron con la muerte de su hermana Isabel, por una tuberculosis agravada por la falta de alimentos y de medicación.
Por aquel entonces, Alberto había aprendido a escribir a máquina y taquigrafía, lo que le permitió que su padre lo colocara en el bufete de un amigo abogado.
Allí estuvo hasta que se enteró que la Caja del Monte de Piedad de Valencia convocaba oposiciones para la sucursal de Albacete. Se prepararía estas oposiciones, y tanto él como su amigo Blas Bañón las superarían sin problemas. El director general de la entidad lo propondría como director de la sucursal de Albacete, propuesta que desestimó pues su vocación religiosa había irrumpido en Alberto Iniesta de forma inquebrantable.
En 1951 se iría al Seminario Menor de Hellín, embrión de lo que sería más tarde el Seminario Mayor de Albacete, y al año siguiente se iría a Salamanca al Colegio Mayor Santiago para vocaciones tardías, estaría allí hasta el año 1958 en el que sería ordenado presbítero en Lourdes. Después de la ordenación le mandaría la Iglesia como sacerdote a la parroquia de San Pedro en Albacete, en la que estaría solamente un año, trasladándose al Seminario Mayor de Albacete como formador superior.
En el año 1972, le nombraron obispo auxiliar de Madrid, destino en el que estaría hasta su jubilación en el año 1998. Allí formaría parte del equipo del cardenal Tarancón, persona clave en la transición política en el papel que la Iglesia Católica jugó en aquellos momentos tan trascendentales.
Fue el obispo de los barrios de Moratalaz y de Vallecas, al cual llegó con no pocos recelos de los curas obreros como el Padre Llanos y el Padre Gamo. Allí conoció y vivió el ejercicio del sacerdocio en un marco de necesidades y pobreza típico de un barrio obrero de los de entonces.
Por motivos profesionales, Alberto Iniesta ha viajado por muchos países de Europa como por ejemplo, Francia, Inglaterra, Suiza, Bélgica, Holanda y también fuera de Europa, como Nueva York, El Salvador o Tánger.
En el año 1998, volvió a la Diócesis de Albacete como huésped, dando charlas espirituales y conferencias por toda España.
Entre sus obras más destacadas están: “Recuerdos de la transición”, libro prologado por el exministro Rodolfo Martín Villa, y “La Iglesia en España: ayer, hoy y mañana” (“Ayer, hoy y mañana de la Iglesia en España”). En la actualidad sigue colaborando en el semanario católico de Madrid “Vida Nueva”, escribiendo y sobre todo leyendo.)
P: ¿Qué le ha parecido el reportaje don Alberto?
AIJ: Muy bien, excesivamente agradable para mí
P: ¿Hemos recogido fielmente sobre todos los trazos de su vida, profesionalmente hablando?
AIJ: Sí, sí. Muy bien. Excesivamente amable.
P: Antes de comenzar la entrevista don Alberto, me gustaría que nos contara una anécdota, un hecho que el otro día usted me…al que usted el otro día se refería: ¿por qué dejó usted plantada a Mercedes Milá?, la prestigiosa periodista.
AIJ: Estaba yo entonces en un estado anímico un poco decaído, y no me veía con ánimos. Comprendía que a ella le había hecho hacer un trabajo que iba a ser inútil, pero en último término también me pareció que era mejor decirle claramente que yo no me encontraba en disposición de afrontar aquella entrevista que era de bastante calado, y le llamé por teléfono y se lo dije y le sentó mal como es explicable, pero ¡vamos!, creo que me habrá perdonado.
INFANCIA - ESCUELA:
P: Ya adentrándonos en materia don Alberto, me gustaría que nos hiciera usted una breve recopilación de aquellos recuerdos de la infancia del Albacete de finales de los años 20 y principios de los años 30.
AIJ: Es difícil porque hace ya muchos años (sonriendo), pero vamos… Mi recuerdo principal es una calle que yo la consideraba muy oscura, en la que no se podía jugar a la pelota, como otros amigos que vivían en la calle Nueva o sitios así, y era una calle pues que… y eso me acuerdo que era un tema que, que a mí no me…, me tenía un poco incómodo, pero vamos, por lo demás yo la verdad es que tanto con la familia como con los maestros y los amigos, tengo unos recuerdos muy hermosos, muy bonitos, pero ninguna cosa así especial que yo recuerde.
Quizá ahora sí, ahora que me acuerdo un poco, pintoresca y hasta humorística. Me acuerdo que, lo cuentan y además yo aún me acuerdo de eso, tengo la imaginación de que al principio, cuando me llevaron al colegio que entonces, entre paréntesis, estaban hasta los cuatro años los chiquillos en casa, sin dar golpe, tanto tiempo perdido, pero a los siete años entonces ya al llevarme al colegio, a mí no me gustaba el colegio, y yo entonces procuraba no ir y para evitar ir, me ponía a llorar, y me subía a la reja de enfrente de casa del Hotel París, llorando y gritando, y ¡claro! a mi padre le daba una vergüenza…, salía la criada para llevarme, mi abuelo una vez salió con la garrota a llevarme, para llevarme a la escuela, alguna vez que me llevaron, me escapé. Y luego dicen que me dio por aprender y aprendí enseguida a leer y a escribir, pero al principio a mí la escuela no me gustaba, y me preguntaban: “¿por qué no quieres ir?, porque no me divierto”, yo no me divertía en la escuela. Quizás es un recuerdo así un poco pintoresco que rescato ahora del pasado.
FAMILIA:
P: Hacía usted referencia a su padre, a Carlos, pero me gustaría que nos contara también qué impronta en su educación y en su manera de ser le dejaron sus padres, Carlos e Isabel.
AIJ: Yo creo que los padres dejan una impronta impalpable pero muy profunda y muy, y muy permanente, pero…por tanto no se puede un poco, como una clase, como un profesor calibrar, delimitar. Pero si yo dijera que hay aspectos que principalmente destacaban en valores de mi padre y de mi madre, o de mi madre, yo diría que de mi madre el de un gran sentido de la justicia, de lo justo, de lo exacto, del deber y de todo eso era en este aspecto, al mismo tiempo que era enormemente cariñosa con nosotros, como toda madre y más era una madre muy madraza. Y de mi padre, la comprensión, la bondad, la flexibilidad, el saber un poco adaptarse a todo el mundo. Quizá destacaría yo lo principal.
OFICIOS:
P: Cuando Carlos, su padre, a los once años de edad le quitó de aquella escuela de pago para ponerle a trabajar, ¿cómo asumió el joven Alberto aquella decisión?
AIJ: Eso nos parecía normal entonces, porque la enseñanza superior era para las clases superiores, y aunque mi padre tenía medios económicos porque tenía la sastrería que ganaba bastante dinero, pero esa mentalidad, mi padre, un sastre, entonces los hijos de sastre no tenían por qué ser abogados. Había una especie de cerrazón entre las clases sociales, que ahora no se da afortunadamente ¿no?, y entonces quizás por eso, pues al acabar la escuela básica que eran cuatro años, en la práctica, pues normal, se ponía a trabajar, a currar diríamos ahora, y pues como cosa normal, a mí eso no me llamó la atención, lo que pasa es que no me gustaba en lo que mi padre me metió, que fue en la sastrería. Aguanté así dos años y mi padre cuando se dio cuenta que no me gustaba, pues entonces ya lo dejó, me dejó por imposible y ya entonces me buscó una colocación en un almacén, en la oficina de un almacén de drogas de Matarredona Hermanos me acuerdo, en la calle del Rosario junto a la farmacia de Santa Teresa. Ahí estuve también un cierto tiempo hasta que acabó la guerra.
P: ¿Y cómo era aquella sastrería? La sastrería de Carlos e Isabel
AIJ: Pues, bueno, mi padre tenía bastantes oficialas porque trabajaba bastante, y había un ambiente bastante familiar, que además coincidía que en aquellos tiempos, por lo menos en el caso de mi familia, vivíamos en el mismo local, en el mismo sitio que la sastrería, que estaba el taller, la sastrería y dentro la vivienda, con lo cual teníamos cierta convivencia, relativamente por supuesto solo, con los trabajadores y trabajadoras que eran casi todas mujeres, y había unas doce o catorce y había pues bien, nos conocíamos bastante, algunas como me acuerdo, por ejemplo como Consuelo, pues una de esas mujeres que tenía toda la confianza de mi padre y de mi madre, porque en este caso mi madre también la conocía mucho y la quería muchísimo, tanto que el detalle de que a veces iban las que tenían ya novio, al acabar el trabajo iban a recogerlas para salir a pasear como había costumbre entonces, y ellos tenían que esperarse en la callecita porque no iban a entrar allí toda la patulea, allí a tenerles el cesto a los novios, pero el novio de Consuelo, Enrique, ese tenía bula para entrar, tenía bula para entrar porque le tenían un cariño especial, y con mi madre era una mujer de confianza de mi madre, le hacía muchas actividades que ella tal, le encomendaba, la quería mucho, y yo también la quería mucho. Y después mantuve cierta conexión cuando ya me fui al Seminario, cuando me fui a Madrid, procuré cierto contacto con ella, cuando estuvo enferma iba a visitarla, estuvo en mi primera misa que la invité exprofeso y la queríamos mucho, bueno y así otras también, pero ¡vamos! me he acordado de pronto de esta.
P: ¿Cómo era Consuelo? Alberto, humanamente hablando.
AIJ: Muy, muy, de mucho corazón. Era una mujer encantadora, tenía una simpatía natal de verdad, encantadora. Una mujer alta, bien parecida, era un buen tipo que tenía, pero es que eso tenía, era un calor… de, un talante de verdad, muy, muy cordial que se recuerda, yo lo recuerdo… muchas caras se me han olvidado de aquella época, pero de Consuelo, recuerdo perfectamente su semblante y ese talante que tenía tan, tan cordial.
P: Hay alguien nos ha contado una anécdota, que era usted un poco travieso de muy niño y que prefería siempre que o bien Consuelo, o bien también otra trabajadora, otra compañera y amiga también de Consuelo, Antonia, una señora que tenía una pequeña minusvalía,
AIJ: ¡Ah, sí!, ¡Ah sí!
P: Que eran las dos oficialas preferidas que usted quería que le llevaran al colegio.
AIJ: ¿Sí?, yo de eso no me acordaba yo, pero sí me acuerdo de que… de que..., ya que me ha dicho la que tiene una minusvalía, le llamaba “la Coja”. Mi padre ponía motes a todas las empleadas, y a ellos también “el Gordo” por ejemplo, le ponía, pero en cambio, Consuelo, yo he estado pensando y no tiene, no le puso apodo.
ALBACETE:
P: Consuelo era la madre del presidente de Visión 6, de José Manuel Martínez.
AIJ: ¡Ah! Claro, yo eso no se sabía entonces, ni tampoco lo sé ahora, ¡mira, qué casualidad!
P: Se lo comento yo a título particular,
AIJ: ¡Qué casualidad! El mundo es un pañuelo.
P: la madre de José Manuel Martínez, el presidente de Visión 6, era aquella mujer de la que usted habla, y que fue primera oficiala en la sastrería de Carlos e Isabel.
AIJ: Muy bien, ¡qué casualidad! El mundo es un pañuelo.
GUERRA CIVIL:
P: La familia Iniesta Jiménez, Alberto, ¿cómo lo pasó durante la Guerra y después de la Guerra? En el ámbito familiar, en el ámbito económico, en el ámbito del negocio.
AIJ: Ámbito familiar problema no teníamos que yo recuerde, bueno mi padre y mi madre discutían bastante, por cierto. Un pequeño detalle de estos, así…, estaban, ya cuando eran ya bastante mayores, ya tenían a los hijos criados, yo estaba todavía con ellos, y me acuerdo que se ponían a hacer solitarios, uno frente al otro, cada uno hacía el suyo. Mi padre tenía su tiempo para que le saliera, si no le salía se hacía trampas. Mi madre no, mi madre tenía que hacérselo, y si no le salía bien…, y cuando veía que mi padre hacía trampas se ponía descompuesta: “¡pero Carlos!”, (riéndose), discutían bastante, pero sin embargo, cuando mi padre murió, mi madre se quedó como desarbolada. Y recuerdo de mi madre una frase que decía, que para una mujer…, y ya te digo que discutían mucho: “para una mujer es más compañía un mal marido que un buen hijo”. Ciertamente, a mi padre lo echó muchísimo de menos cuando falleció.
En cuanto a la vida familiar pues no recuerdo sí… Mi padre eso sí, era un poquito juerguista en cierta época de su vida, luego era un benedictino, al final, los últimos años era un monje trapense en su casa, sus ritmos, sus cosas, sus devociones, pero hubo una temporada que era bastante salido ¿sabes?, después de cenar salía siempre por ahí con amigos, bueno, a veces se quedaba en casa con otros amigos también, pero salía, y eso a mi madre a veces pues le creaba algún disgustillo, porque bueno, ella mi madre no era de estas de salir, ella siempre en casa. Pero vamos en general, creo que,…Y los cuatro hermanos nos queríamos todos muchísimo. Bueno, mi hermana pequeña murió. Eso fue para todos una cierta espada en el corazón, pero bueno, en ese aspecto.
Ahora, en el aspecto digamos económico, mi padre se defendía bien, pero cuando llegó la Guerra Civil, aunque a él no le persiguieron exactamente, pero como tenía que trabajar para los talleres colectivos que eran para el ejército y cosas así, pues claro, le daban un….él pagaba unos suelos a unas oficialas que estaban entrenadas en un trabajo muy especializado de trabajo a medida y muy exigente, y entonces, ¡claro! económicamente era un desastre porque… en cambio, el trabajo luego se lo pagaban pues de trapillo, de estas cosas de tipo así masivo y colectivo y tal. En este aspecto sí que pasó un poco de… Pero bueno al fin se pasó.
POSTGUERRA:
Y después de la guerra pues, bueno, todos en la guerra las preocupaciones, los problemas, el hambre, sí que tuvimos por cierto, y después de la guerra pues también, en el sentido como todos los españoles, nada tampoco especial.
RELIGIÓN - VOCACIÓN:
P: Alberto podía haber desarrollado una prometedora carrera en el mundo de la banca, y de hecho aprobó unas oposiciones que convocó la Caja de Ahorros del Monte de Piedad de Valencia, aquí en Albacete.
AIJ: ¡Ah, sí!
P: El director general de esta entidad, le propuso ser el director de la sucursal de aquí en Albacete. ¿Por qué renunció a ese ofrecimiento, a ese cargo ya de tanta relevancia?
AIJ:Sí, estaba ya acordado. Pero yo entretanto, había girado un poco. Yo, la verdad es que hice como todo el mundo en la parroquia de La Purísima a cierta edad, la primera comunión, la primera confesión, quizá alguna devoción después también. Y no sé ni cuando, ni por qué ni tampoco con ningún… yo la verdad es que me encontré de pronto, bueno no, de pronto no, fuera de la Iglesia, yo estaba fuera…y toda mi familia, esa es la verdad, mi padre quizá, todo y alguno rezaría en particular, pero no….
Y yo en cierta época de mi vida, pues la verdad es que descubrí, descubrí a Jesucristo, yo creo que hacia los veintitantos años. Principalmente en una misión a la cual yo no hubiera querido ir, porque me parecía ridículo. Yo acostumbrado a leer a Unamuno, a Ortega que tenía una tertulia con unos cuántos intelectuales y que no sé cuántos… ¡iba yo a ir a aquellas beatas a oír las pamplinas que les iban a contar!, yo eso no. Pero habíamos comprado una televisión que, según las costumbres de entonces, después de que murió mi hermana pues estuvimos dos años de luto y no podía haber radio, y cuando ya pasó el luto, compramos una radio y yo probándola, recuerdo una Telefunken, y no es propaganda secreta, pues recuerdo que entonces oí unas palabras de la misión, una emisión de la misión, y aquello un poco, me tocó un poco el corazón. Y entonces, me intrigó, me entró curiosidad.
Ya procuré ir a una parroquia que no fuera del centro por si me veía alguien más conocido, y fui, me acuerdo a la de Franciscanos que entonces era pues casi, casi de la… bueno era de la periferia. Y allí estuve me acuerdo, y aquello empezó un poco a cambiarme, empezó a cambiarme, y ya la verdad es que desde entonces digo que para mí, mi vida cambió totalmente para bien, y eso fue lo que después me hizo pensar: “bueno, yo tengo que hacer algo, algo por Jesucristo que ha hecho tanto por mí”, y entonces pues dije: “me hago cura”, bueno…entrar al Seminario no es hacerse cura, pero por si acaso, si llegas, llegas, tampoco es seguro cuando entras, y dije: “pues me voy al Seminario”. Entonces entre medias de que me habían hecho esta propuesta, yo ya había, después de reflexionarlo, rezarlo, consultarlo como es lógico. Y en el año 58, en otoño, entré en el Seminario. Fue en la primavera anterior cuando, cuando me propusieron…, no, quizá fue en aquella época mismo ya, cuando me propusieron lo de quedarme de director porque se iba el director de entonces a una sucursal de Valencia, y el mismo director general don Manuel, en la sucursal de aquí me lo dijo, vamos yo lo había aceptado en principio, pero luego cuando me iba a ir al Seminario pues ya les dije, lo cual pues les sorprendió un poco pero bueno, lo aceptaron. Y la verdad es que no me pesa nada y estoy muy alegre, y muy contento, no por haber dejado la Caja que le he tenido siempre muchísimo cariño, sino por haber buscado este camino, al cual pues la verdad, es que estoy…he sido feliz.
FAMILIA:
P: ¿Cómo valoraron sus padres y sus hermanos aquella decisión?
AIJ: Pues me acuerdo cuando estábamos mi padre y mi madre y yo y se lo dije. Mi padre en principio dijo que no le parecía bien, pero bueno, aunque no le pareciera bien, yo ya lo tenía decidido e iba a ir. Mi madre se echó a llorar y no dijo nada. Luego estaban más contentos que una gaita, contentísimos los dos, y en la primera misa y todo, estaban felices en seguida, de momento sí, de momento sí y la familia luego estaba todo el mundo, la verdad, pues muy ilusionados con mi sacerdocio, y después siempre lo han seguido.
RELIGIÓN -VOCACIÓN:
P: Hablando de decisiones importantes en la vida Alberto, si pudiera usted volver a empezar otra vez ¿cambiaría alguna de ellas?
AIJ: Haber empezado antes lo que he hecho después. Ahora, de otras cosas concretas prácticas, pues muchas, que no habría tiempo, ni aquí me acordaría de todas, y aunque si me acordara, iba a dar tiempo, pero en lo fundamental no, si acaso, ciertamente eso, la vida cristiana no haberla vivido desde el primer momento y haber estado tanto tiempo despistado, tantos años perdiendo el tiempo de lo que a mí me parece para mi vida más importante.
P: Detrás de esa aparente fragilidad física, ¿cómo es la persona que lleva dentro Alberto Iniesta?
AIJ: ¡Ay Dios! Yo que sé. No me he hecho nunca un psicoanálisis de la profundidad, y por tanto, yo no sé, quizá tampoco lo sabría (sonriendo). Somos tan, tan, ricos cualquier persona aunque seamos pobres hombres como yo, que es muy difícil saber… yo de verdad es que no lo sé, sinceramente, no sabría cómo retratarme. Me he retratado como todo el mundo, cuando trabajas, cuando actúas, máxime el caso de la vida pastoral, la predicación. Y predicación hay en la parroquia los domingos, pero hay también sobre todo en los últimos años, que me he dedicado a dar ejercicios espirituales por toda España, a sacerdotes, religiosas, a veces también laicos, y entonces tienes que predicar durante cinco días, cuatro o cinco veces diarias, más o menos cortas las intervenciones, ¡fíjate si ahí no te retratas!,
¡vamos!, se te ve el plumero pero de todas, todas, enseguida, eso desde luego, de modo que ahí estaría mi retrato, pero yo no me lo tengo así hecho como una autobiografía, la verdad es que no…
P: ¿Cuál es la etapa de la vida que más satisfacciones le ha dado a Alberto Iniesta?
AIJ: Vamos a ver, la palabra satisfacción es muy ambigua. Yo diría que la que más…la más importante para mí, teniendo en cuenta el conjunto humano, cristiano, pastoral, yo diría que la de Madrid, y eso que fue muy trágica muchas veces, porque muchas veces se le puede llamar…dramática, con mucha frecuencia, trágica pocas veces pero algunas, trágica algunas, dramática con frecuencia, pero en conjunto muy hermosa, y muy feliz, fue una etapa muy difícil, fue una etapa muy creativa y una etapa realmente, creo que fue muy fecunda, y que me alegra muchísimo y doy gracias a Dios de haberla vivido de cerca y de haber colaborado modestamente también a su evolución.
P: En la segunda parte de nuestra entrevista Alberto, me gustaría que profundizáramos en esa etapa tan rica en experiencias, en vivencias y en matices que tuvo usted como obispo auxiliar en la Diócesis de Madrid.
RELIGIÓN – PARROQUIA:
P: Don Alberto, le ordenan presbítero en Lourdes, después de acabar en la Universidad Pontificia de licenciados en teología, en Salamanca y la Iglesia Católica le destina a la parroquia de San Pedro de Albacete.
AIJ: La Diócesis de Albacete me destina concreta…, porque yo pertenecía a la Diócesis de Albacete, y la ordenación en Lourdes fue hecha por el obispo de Albacete con los curas de mi tanda, que entonces éramos ocho, porque era un Año Mariano especial de Lourdes y lo quiso celebrar Tabera, que luego fue el cardenal Tabera, allí, por lo tanto, fue de la Diócesis, aunque allí, y me destinó a la parroquia de San Pedro.
P: ¿Cómo era aquel barrio y aquellas gentes de entonces?
AIJ: ¿Te refieres a la parroquia?
P: Asintiendo
AIJ: Pues la verdad es que yo estaba, la verdad es que estaba encantado. Tenía la parroquia mayor que era San Pedro, tenía Cañada Juncosa, familiarmente llamábamos Cañicosa, y la verdad es que hubiera estado allí toda la vida creo yo, luego nunca se sabe en la vida ¿no? Estaba con ilusión de haberme quedado allí para siempre o al menos para muchísimo tiempo, lo que pasa es que a los nueve meses me cambió el obispo al Seminario, y me acuerdo que tuve una morriña, tuve un mono de parroquia tantísimo tiempo, que cuando quería hacer un sacrificio espiritual era no pensar en la parroquia, no acordarme de aquello, y de aquello…
Un detalle curioso, a mí como creo que a casi todo el mundo, el olor a los ajos me molestaba. Como San Pedro juntamente también con Balazote, es una zona de recolección de ajos muy importante, allí huele a ajos en la temporada de la cosecha por todas partes, le llegué a tomar cariño, me gustaba ya el olor a los ajos. Cuando iba en la Requenense, el autobús de línea que entonces llevaba las ventanillas abiertas ¿no?, y cuando ya olía a ajos es que ya se me revolvía el corazón acordándome de mi pueblo. Le tenía y aún le sigo teniendo mucho cariño.
RELIGIÓN – SEMINARIO:
P: Como decía usted anteriormente, le trasladaron como formador superior al seminario mayor de aquí de Albacete, ¿qué valores intentó inculcar en aquellos seminaristas, en aquellos futuros curas?
AIJ: Bueno, en general lo principal que es formar buenos curas, buenos hombres de Dios y hombres de los hombres y adaptados a la época que vivíamos. Pero ocurría que, en aquella época, yo había vivido en un Seminario o un colegio mayor en Salamanca, y ahí teníamos un tipo de pedagogía, de disciplina bastante, bastante abierto, bastante adelantado y bueno, y los seminarios estaban también en proceso de apertura, de modificación de sus procedimientos pedagógicos, y es lo que un poco colaboré en el Seminario de Albacete.
Coincidió que por aquel entonces vino el Concilio, el Concilio como trató el tema de los seminarios, insistía en este aspecto de fomentar la libertad personal, de que no hubiera excesiva, excesivo control para que se formaran… para que se formara gente con responsabilidad etcétera… y por ahí un poco estuve colaborando conjuntamente con el rector que era don José María Larrauri, luego obispo de Vitoria, ahora jubilado, también que vive en Vitoria y don José Delicado, luego arzobispo de Valladolid, etcétera… y con don Fernando Parra que es sacerdote, y otros así, estuvimos colaborando en esa renovación también de los seminarios.
RELIGIÓN - VOCACIÓN:
P: Don Alberto, cuando un sacerdote quiere hacer realidad la palabra de Jesús, la palabra del Evangelio, ¿dónde lleva a cabo con más satisfacción y con más plenitud esta palabra?, ¿en un barrio, por ponerle un ejemplo, usted que ha estado en Madrid muchos años, ¿en un barrio acomodado como el barrio de Salamanca o en un barrio obrero como usted estuvo tantos años de Vallecas?
AIJ: Bueno, si no quiero puramente teorizar, no sabría, porque como yo no he estado en el barrio de Salamanca, pues no se decirte como me experimentaría aquello, ciertamente que en Vallecas lo he experimentado muy bien.
Es que no olvidemos que el Evangelio de Jesucristo, es el Evangelio preferente de los pobres, no excluye a nadie que quiera, que tenga buena voluntad, pero con tal de que vaya caminando hacia la orientación espiritual y desprendida del espíritu del Evangelio. Por tanto, claro, los que viven en ambiente pobre, tienen ya ese campo ganado, luego algunos pueden ser cristianos, otros no tanto, pero si ahí tienen la ventaja de que el estatus, digamos la ecología, la ecología del Evangelio, se presta más en un ambiente donde predomina la pobreza.
La pobreza, la palabra pobreza ha ido girando en España como también sabemos todos, desde el punto de vista económico y sociológico. Desde la pobreza de Vallecas de los años 70, en que yo todavía estaba, que había todavía chabolas, miles y miles de chabolas, hasta ahora que se ha ido un poco reconstruyendo. Vallecas está cambiadísimo en el orden urbanístico en muchísimos de sus barrios, entonces la palabra pobreza, pero sí que era gente trabajadora la mayoría y alguno ha estado con verdaderas necesidades, y por supuesto lo que ocurría además, es que entonces los derechos humanos no estaban reconocidos en las leyes. ¡Claro!, el cristiano, el Evangelio y el pastor por tanto, tenían que ir un poco a despertar la lucha en defensa de los valores y de los derechos humanos, lo cual a veces estaba en contradicción con las leyes humanas, los derechos humanos contra las leyes humanas, y claro eso nos traía muchos problemas y muchos disgustos a los curas, inclusive al obispo de esos curas, incluido (sonriendo).
PERSONAJES – Monseñor Tarancón:
P: En muchas ocasiones ha dicho usted que fue un colaborador más del entonces cardenal…
AIJ: Tarancón
P: Monseñor Tarancón. Sin embargo, las fuentes documentales que hemos consultado, todas reiteran que era usted un colaborador muy cercano, muy privilegiado del señor Tarancón.
Háblenos un poquito. ¿Cómo era pastoral y personalmente esta persona tan importante de la Iglesia Católica en aquellos años?
AIJ: Bueno, pastoralmente, ciertamente era un hombre privilegiado. Yo digo a veces en broma, recordando que a veces se habla de que ciertas figuras son un animal político, yo decía que Tarancón era un animal pastoral. Había nacido para ser cura y pastor, y llevar el día de mañana el timón en la Transición de la Iglesia española ciertamente, porque creo que fue providencial, fue providencial. Su experiencia anterior (inaudible 00:31:03) lo preparó muy bien y sus criterios y su talante humano y su capacidad de…, porque no era un hombre…, tenía una inteligencia extraordinaria, pero no era un hombre digamos de estudios metódicos profundos, sistemáticos, pero es que lo captaba todo, era como una esponja para captar cualquier valor que se encontrara en conferencias sueltas, en congresos, en encuentros, también en libros como es lógico ¿no?, etcétera.., y desde luego se empapó muy bien de aquella …¡ah!, y el Concilio, el Concilio para él fue también pues, pues una época que le terminó de formar como…, no solo como obispo, sino como obispo de la época de esta iglesia que hacía falta. Ciertamente fue un hombre providencial para la Iglesia española, y por tanto indirectamente para la sociedad española de aquellos tiempos.
PERSONAJES – Padre Llanos:
P: Hay una persona, don Alberto, también emblemática, carismática que tuvo y que desarrolló una labor social que no tiene precio, también en una de las partes del barrio de Vallecas, el Pozo del Tío Raimundo, una persona a la que usted aprecia, a la que conoció y precisamente el otro día cuando me hablaba de él, pues prácticamente detecté que se emocionaba usted al hablar de la manera que conoció al Padre Llanos concretamente.
AIJ: Sí ciertamente, es que el Padre Llanos era un hombre extraordinario. Yo no lo conocía en directo, más aún… sé que había inclusive firmado un documento en el cual, pues un grupo de sacerdotes de Vallecas, yo de momento tenía dos vicarías, la de Moratalaz y la de Vallecas, pero provisionalmente la de Vallecas, porque ese grupo había pedido, viendo mi perfil pastoral, y mi perfil cultural o humano pues que creían que era más conveniente que me quedase en Moratalaz, y se me ha quedado en aquello, y él fue de los que firmó aquello. Luego ese grupo firmó lo contrario al curso siguiente, que al contrario, que me fuera a Vallecas, fue un poco aquello, un poco desagradable, pero él fue. Y, sin embargo, pues en cuanto yo llegué a visitarlo porque yo no lo conocía directamente, fui allí a la comuna donde vivía heroicamente con una pobreza… Yo digo que todo cristiano debe vivir evangélicamente pobre, pero si queremos matizar, diríamos con modestia, con modestia evangélica, eso es lo que se podría pedir, ahora, que en cambio, es que vivía con pobreza heroica, porque estar en una, en una habitación con tres literas, con tres obreros jóvenes, ¡vamos!, dos y él, conviviendo con ellos en sus propios ritmos de vida y así, por estar… por dar testimonio de Jesucristo pobre, cercano a los pobres etcétera, es que vivió heroicamente.
Fue un hombre, bien metido con los universitarios primero en Madrid, tenía… bueno, era el cura puntero con los universitarios y cuando él vio que no sacaba él el jugo que él creía de los universitarios, digamos del barrio de Salamanca, por decirlo así simbólicamente, entonces se quitó las alpargatas, sacudió el polvo de las alpargatas y se fue a vivir al Pozo del Tío Raimundo en Vallecas, y allí fue pues uno de los grandes. Hubo también mucha gente maravillosa en Vallecas, fue desde luego un filtro que fue recogiendo gente verdaderamente que de cada uno se podría haber escrito un libro ¿eh? de categoría en este aspecto, lo que pasa es que el Padre Llanos fue extraordinario sin duda ninguna. Yo diría desde luego, que fue un hombre de Dios, y de los hombres como pocos, como pocos.
Hicimos muchísima amistad. Yo fui a verlo espontáneamente, él se quedó cuando vio que yo iba a visitarlo allí, se quedó un poco encandilado y ya desde entonces nos hicimos más amigos que basura como se dice vulgarmente hablando. De verdad, amigos entrañables y como hermanos, así que…
Sé que está en el cielo y estaba deseándolo ¿eh? Un hombre, un hombre que estaba tan comprometido con lo social como pocos, como pocos, sin embargo, un hombre de una espiritualidad muy alta, muy alta. Y los últimos años estaba siempre con el “telele” de que estaba con la cita del Señor, que el Señor le estaba esperando que tenía ganas de irse con el Señor, como los cristianos de los primeros tiempos. Y seguro que está con el Señor, y seguro que nos está viendo, yo estoy convencido (sonriendo).
CÁRCEL:
P: Hubo unos años que coincidieron en torno a la celebración del Concilio Vaticano II, Alberto, donde una parte del clero, una parte del clero progresista pues apostaba por la libertad religiosa en contra del unitarismo impuesto desde el régimen de Franco y la reacción que tuvo el régimen fue construir una cárcel en Zamora para los curas rojos.
AIJ: Sí, sí, sí
P: Entre ellos una persona a la que usted conoció en la universidad de Salamanca, el padre Gamo.
AIJ: ¡Ah, sí! No, ese lo conocí yo estando, estando él en la parroquia, en la parroquia… no me, no me acuerdo exactamente, de Moratalaz en la que estuve de vicario, la que me iba a quedar de vicario, él estaba en Moratalaz,
P: ¿Cómo vivió aquella parte….
AIJ: Así lo conocí.
P: Alberto, aquella parte…
AIJ: Pero vamos, hubo bastantes. En esa línea de compromiso por los derechos humanos, una gran… yo diría que la gran mayoría, había incluso curas que a lo mejor no hubieran tenido la iniciativa de ser ellos los punteros en marchar, pero cuando se les decía que teníamos que decir tal cosa en los púlpitos, no se retractaba casi nadie, y entonces como ponían multas, pues tenían que pagarla en cárcel. Y llegó un tiempo que yo, pues había tantos curas en la cárcel de mi vicaría que tenía que visitar, que ya tuve que dedicar un día a la semana para visitarlos de manera sistemática, porque unos salían, porque ya habían cumplido su pequeña condena, pero siempre injusta, aunque era pequeña de dos, tres o cuatro semanas.
P: ¿Qué delitos cometían según el Régimen?
AIJ: Pues el delito de decir que según el Evangelio, pues el derecho a la libertad, derecho de reunión, derecho de asociación, derecho de expresión, derecho de sindicatos, todo ese tipo de cosas, esos eran los delitos y por eso iban a la cárcel, y claro, pero mira, lo hicieron con mucha valentía y con mucho espíritu, y yo iba todos los jueves a visitarlos, porque tenía ahí siempre unos cuantos, unos cuantos hermanos en aquella…, sí. Pero eran tiempos hermosos dentro de la dificultad.
DICTADURA - TRANSICIÓN:
P: Aquellos… aquella situación y aquellos hechos, ¿supusieron un antes y un después en las relaciones entre la Iglesia Católica y el Estado del General Franco?
AIJ: Yo creo que había cosas que se iban fraguando, se iban fraguando porque en un trabajo que hice últimamente, pues ahí trato de recordar todos estos pasos que dio la Iglesia en los años de la Transición, y se iba fraguando ya el conflicto de desacuerdos, pero quizá al principio eran como más con sordina, unos o bien el Estado o bien la Iglesia pues se ponía bajo cuerda, bajo..., un poco, pero iba creciendo.
Ahora, fue cuando después del Concilio, ya los obispos españoles se sintieron más comprometidos que nunca con sacar la cara por aquellos criterios que no coincidían con los del régimen y en aquellos pues se iba cada día escandalizando más a los políticos.
Por tanto, no se puede decir que hubiera un año, un tiempo exacto en que hubiera una especie de ruptura, de revolución, no, no, fue progresivo, y Tarancón en eso fue también siempre, pues un líder muy valiente. Procuraba, ¡claro! él tenía que mirar a la vez, tenía que mirar a la vez, que es lo que pasaba, que algunos teníamos que mirar solo a nuestro barrio, como me pasaba a mí en la vicaría. Yo tenía que mirar los problemas de mi gente, que eran casi medio millón, 450.000 habitantes entre unas cosas y otras, que se habla de Vallecas como un barrio y es un barrio de barrios. Bueno, y yo claro, tenía los problemas latentes en las tripas de mi propio barrio, y entonces miraba principalmente a eso. Ahora, Tarancón, en ocasiones, tenía que de alguna manera desmarcarse en parte, porque tenía que mirar simultáneamente por el bien común: al Vaticano, tenía que mirar a la Nunciatura, tenía que mirar al Pardo, tenía que mirar a la Conferencia Episcopal en conjunto, que no era… incluso todo Madrid, que todo Madrid tampoco era como Vallecas. Entonces él tenía que un poco ahí, con su espíritu torero, tenía que un poco tratar de repartir juego, pero los criterios ciertamente los mantuvo siempre bien claros, por ejemplo, cuando el intento de un nuevo concordato.
Gracias a un grupo de obispos que estaban en desacuerdo, en conjunto con una gran parte de la base cristiana, y porque Tarancón estaba también en desacuerdo y fue el que lideró el enfrentamiento con el gobierno para que no hubiera un nuevo concordato, que hubiera sido como una especie de balón de oxígeno para el Régimen, y Tarancón siempre estuvo en contra del concordato, y el concordato no se firmó. Pero las reuniones que hay, que se hicieron de aquello, muchas y larguísimas que él las cuenta en un libro que se llama “Confesiones” y cuenta lo que decía el ministro tal, lo que decía el nuncio, porque tal, para que no hubiera concordato, no hubiera concordato y se hicieron acuerdos parciales, que tenían un tono menor. Luego, también en eso Tarancón hizo un papel ¡vamos!, decisivo, decisivo.
P: ¿Cuál fue el papel de la Iglesia Católica liderada por el cardenal Tarancón en la Transición política española Alberto?
TRANSICIÓN – CONCILIO VATICANO II:
AIJ: Bueno, yo ahí, haría un matiz muy amplio. Suelo dividir, lo que yo llamo dos décadas prodigiosas. Una, en la cual hizo la transición primero la Iglesia con el Concilio, del 65 que acaba el Concilio, al 75 que muere Franco. Como si dijéramos que en aquella época la Iglesia por dentro se revisa a la luz de los criterios del Concilio, y se da cuenta que en muchas cosas tenía que cambiar, y empieza a hacer la reforma postconciliar, que fue muy sería, y muy recia y difícil y a veces hubo sus problemas de itinerario, etcétera, de hoja de ruta, me acuerdo también, dentro de casa, digamos así.
Ahora gracias a que la Iglesia cambió en esa época, esos diez años, esa década prodigiosa, ¡claro! cuando llegó la Transición política, que España necesitaba, ¡claro! la Iglesia, la jerarquía, sobre todo, que es la que podía tener más influencia de alguna manera directa, pues estaba más preparadas, que si hubiera sido la del 36. Si la jerarquía del 36 con su mentalidad hubiera estado en el año 75, no hubiera puesto tantas facilidades y ayudas muy importantes que hizo para facilitar la Transición política.
Por eso, luego viene la segunda década prodigiosa que yo llamo, del 75 al 85. Pongo el 85 en ese trabajo, en ese libro, porque es la época en que ya entramos en el Mercado Común que se llamaba entonces, pues habíamos firmado ya la entrada, aunque entramos en el 86. Entonces ahí yo digo, la primera parte influyó después indirectamente en la sociedad española en general porque bueno, por muchos documentos y muchas intervenciones de la Iglesia, empezando por la homilía famosa, de…, no la coronación del rey porque no había coronación, de la misa de cuando el rey empezaba a gobernar, y la homilía de Tarancón ahí punto, puso bien claros los criterios de la Iglesia sobre lo que es una democracia, la diferencia entre el Estado y la Iglesia, y que no tiene porque ni una ni otra meterse en lo de los demás, etcétera. Esa homilía, esa es una obra de arte, de arte hasta político porque en aquel momento lo pedía la situación, y fue por ahí por donde siguió la cosa, siempre ayudando.
Muchas veces, como sabes muy bien, mejor que yo seguramente, la Transición política tuvo muchas dificultades que hubo momentos en que no se sabía por dónde echar adelante por donde seguir, y en esos momentos ahí tengo yo varios documentos en que se, se, hacen papeles de la Iglesia animando a caminar hacia la democracia. De modo que yo creo que en esa época la Iglesia hacía un papel muy positivo.
P: Eso de alguna manera lo refleja usted en el libro “Recuerdos de la Transición”, que le hizo el prólogo el exministro Rodolfo Martín Villa.
AIJ: Sí, sí. Es a lo que me dedico ese libro 20 años. Sí. Con documentos, y papeles, y fechas y nombres. Sí.
GOLPE DE ESTADO:
P: ¿Fue más tibio el papel que tuvo la Iglesia Católica ya sin Tarancón, ante el Golpe de Estado del 23-F? ¿Fue más tibia su posición?
AIJ: Estaba Tarancón todavía. Lo que pasa es que en aquella noche, aquella noche terrible que todos lo pasamos muy mal, pues ocurría que después de dos repeticiones y ya que reglamentariamente era imposible que siguiera de presidente, esa tarde, la del 22, se había acabado la presidencia de Tarancón aquel día y el día 23 teníamos que elegir nuevo presidente y estábamos sin cabeza. Y claro, aunque, todos los obispos en su casa pues bueno, tienen capacidad para organizar y gobernar, pero ¡claro! todos revueltos allí, pues ninguno nos sentíamos con autoridad para decir: “vamos a hacer esto, vamos a hacer lo otro”. Estábamos sin información.
P: ¿Estaba dividida la Conferencia Episcopal en torno a aquel hecho?
AIJ: ¡Qué va!, ¡qué va! Primero, si es que no había ocasión. Estuvimos de sesión como tocaba hasta las ocho de la tarde. Se empezó a rumorear. Informaciones oficiales que se yo, de tipo… fuentes de garantía, confidenciales, que se yo, de altura, no nos llegó a nadie, ni al presidente de la Conferencia, ni a nadie.
Por la radio mientras estábamos trabajando en nuestros papeles, alguien puso un transistor por si había alguna cosa especial, que entonces nos calláramos y se oyera, así estábamos como el pueblo español, enterándonos. Y entonces pues se acabó la sesión y no sabíamos que hacer. Y entonces, yo creo que fue más despiste, despiste por supuesto, intención como algunos han pensado, que era un poco decir: “yo no me retrato hasta ver un poco por donde van las cosas” , yo eso ciertamente no lo vi, no lo vi y no lo creo y yo desde luego no la tuve esa… Pero además, ocurre que habría que preguntarse ¿por qué tiene que ser la primera…?, ¿no quedamos en que la Iglesia es una institución de alguna manera si cabe hablar, pues no política, ni económica, ni estatal, sino que es si cabe…? bueno, ¿por qué tiene que ser la primera en pronunciarse en una cosa tan gorda?, ¿quién es ella para decir, hay que hacer esto, hay que hacer lo otro, ir allá, no vayáis…? Hubiera sido incluso improcedente que se metiera antes de tiempo. Pero es que por otra parte, a las 7 de la mañana del día siguiente, que aún estaba la cosa…, la pelota en el alero, en el tejado, a las 7 de la mañana salió una nota ya, por supuesto poniéndose descaradamente al lado de la Constitución y del rey. De modo que… Ahora, que no hubiese sido antes pues fue despiste, yo creo
¿eh?, pero otra cosa… Ni siquiera nos pusimos a deliberar y que supiera yo que algunos eran partidarios de una cosa o de la otra, no hubo tiempo para eso. Acabó la sesión, nos quedamos todos un poco… algunos vivíamos allí, aunque yo estaba en Madrid siempre pero me iba a vivir a donde se celebraba la Conferencia Episcopal esos días, algunos se iban a sus casas de religiosas y nos dispersamos, fue un error quizá más que otra cosa.
PERSONAJES – Monseñor Rouco Varela:
P: Hablando del actual presidente, cambiando un poco de tema don Alberto, del actual presidente de la Conferencia Episcopal, monseñor Rouco Varela, hay voces que le dan como papable, como futuro Papa. ¿Qué opinión le merece a usted este cardenal y su proyección?
AIJ: Hombre eso es como siempre, esas quinielas de siempre se hacen, siempre son un poco aleatorias y como siempre se dice: “el que entra de Papa sale de cardenal”, porque siempre…, pero ¡vamos! ciertamente no es inverosímil, no es inverosímil. Primero, por su valía personal y segundo por los digamos vínculos que ha tenido con el Vaticano, con lo cual quieras que no, pues es un hombre que no es desconocido, no solamente para el Papa, para el Papa los cardenales serán bastante conocidos prácticamente todos, unos más otros menos, este de los que más. Pero además en la Curia misma digamos el resto de cardenales que viven en Roma, etcétera. Pues, (inaudible 00:47:40) ha sido relator de un sínodo de obispos, que eso es un papel muy importante. Después del Papa, es una especie de Congreso de notables que se tiene en la Iglesia cada cuatro años, no, cada tres años, y el último que se hizo sobre Europa, precisamente el relator oficial que es un trabajo muy propio, vamos muy especial en ese, lo tuvo Rouco que eso es…, lo cual quiere decir que muchos cardenales ya le conocen muy bien, entonces en este sentido y un hombre, es un buen políglota, sabe muchos idiomas, tiene una formación intelectual muy grande, muy grande, bueno tanto que él no solamente es que estudió en Alemania, que eso yo no lo he hecho, yo no tengo esa categoría, estudié solamente en Salamanca y gracias, y gracias, para mí quien iba a decirme etcétera, pero él estudió en Alemania y enseñó en Alemania porque luego fue profesor ¡ojo!, que eso ya son palabras mayores, enseñar en alemán, ¡amigo! (sonriendo) sí, sí. Yo creo que capacidad sí que tiene. Tiene al Espíritu Santo que es el que al fin y al cabo, tiene gracias a Dios, nunca mejor dicho, la última palabra.
RELIGIÓN:
P: Ya en la recta final de esta segunda parte de la entrevista, me gustaría preguntarle: ¿qué le ha aportado espiritualmente el ejercicio pastoral y el contacto con los trabajadores, con los obreros en su estancia en Madrid?
AIJ: Bueno, en ese sentido, aportarme, mi estancia en Madrid, y en mi estancia en San Pedro, y en mi estancia en el Seminario y en mi estancia cuando ahora he estado yendo, dedicándome a viajar, predicando por ahí la palabra de Dios en ejercicios y tal y cual, siempre te aporta mucho porque, yo creo que, en toda vida humana, pero en la vida cristiana, el que da recibe mucho de aquellos a los que da.
Siempre he dicho que, ya concretamente, el obispo diocesano y su diócesis, el obispo desde luego debe hacer algo a su diócesis, pero la diócesis hace al obispo y además (inaudible 00:49:37) salta a la vista. Un médico cuando acaba de salir de la carrera, pues hombre sabrá muchísimo, pero hasta que no pasa por unos cuantos años de tratar con enfermos, y enfermos y enfermos, no sabe lo que sabe después, En parte, los enfermos le han hecho médico también a él. Por tanto, también en ese sentido, pasa a todos, y a mí me ha hecho mucho eso. Ahora luego está también de verdad, pues Jesucristo que es el que nos acompaña a todos y nos va trabajando por dentro.
Yo le comparo, mira, permíteme que en este aspecto porque es…, si quisiera decirte cual sería el tema que para mí me pareciera fundamental de todo este coloquio, y este examen que me estás haciendo, yo diría, es que yo he descubierto lo que se dice en ciertos juegos “el amigo invisible”, ese, cuando un equipo, un grupo, en plan un poco de fiesta y tal, pues se regalan, se hace un reparto digamos anónimo, por números y a ti te da por ejemplo, a mí me toca, resulta que me toca hacerte un regalo a ti, pero sin que tú lo sepas. Yo ya te conozco procuro hacerte un regalito, luego se reparten, nadie sabe quién ha regalado a fulano de tal, tal cosa, tal otra. Para mí el amigo invisible ciertamente es Jesucristo, porque es un hombre que he visto, vamos un hombre, un hombre- Dios, que he visto que, yo iba planificando un estilo de vida, y de tonterías y de pequeñeces y de barbaridades y de pecados, esa es la realidad y yo iba, de alguna manera haciendo un proyecto que no iba en nada a favor, sino en contra de lo que tenía previsto este otro señor, y en cambio Él desde entonces hasta ahora, ha ido quitando estorbos, preparando jugadas, y digo, ¡claro! ahora cuando me veo aquí, digo: “esto lo ha hecho este amigo invisible”.
Y un matiz para acabar este tema. Yo os reconozco que la vida cristiana, como otras religiones, pues nuestra base es espiritual y no se puede verificar empíricamente, de acuerdo, que nuestra esperanza es escatológica. Decimos técnicamente, es decir, futurista, de acuerdo. Sin embargo, ¿qué tiene eso? que sin embargo tiene una aplicación, en una experiencia empírica ¡vamos!, impresionante.
PERSONAJES – Teresa de Calcuta:
Por decirte simbólicamente una sola cosa y una persona: Teresa de Calcuta, todos sus fundamentos eran espirituales, la repercusión real a su alrededor, solamente en su persona, más aparte el grupo que fundó, toda la repercusión material, material que ha traído aquella mujer, y así lo puedes repetir por todos los santos de la Iglesia, por toda la comunidad, y yo personalmente pues también noto eso, digo yo ciertamente soy espiritual y sin embargo noto que realmente mi vida me la ha cambiado en un nivel que yo no podía ni pensar y que fundamentalmente, de verdad, me ha hecho muy feliz gracias a Dios.
P: Pues para terminar Alberto, me gustaría que me contestara a algunas otras preguntas más cortas, sobre otro tipo de…
AIJ: Hombre…
P: …de aficiones y de gustos…
AIJ: No hombre noo…
P: que sabemos que usted tiene, y que ha practicado en algún momento y que sigue practicando. Sabemos, por ejemplo, que le gusta el deporte, ¿nos puede comentar…
AIJ: Me gustaba, bueno me gusta, ahora como espectador, pero yo lo que, me gustaba era la bicicleta pero ahora no la practico. Modestamente hago un poco de gimnasia todos los días desde que era joven, ahora cada vez más suave, por supuesto, pero al tenis jugué, pero mal, cuando era joven, muy poco y mal, pero la bicicleta es lo que más, de verdad, usé muchísimo y me gustaba mucho la bicicleta.
P: Un sacerdote del S.XX Alberto.
AIJ: Juan XXIII.
P: Un pintor.
AIJ: No se me ocurre.
P: Un lugar para vivir.
AIJ: El cielo.
P: Un teólogo.
AIJ: Karl Rahner.
P: Una obra de teatro.
AIJ: “La residencia”, de Buero Vallejo
P: Un recuerdo.
AIJ: Son tantos que no sabría cual escoger.
P: Un momento de felicidad.
AIJ: Igual te digo.
P: Un deseo.
AIJ: Pues ir al cielo.
P: Y como amante del cine, una película.
AIJ: “Luces de la ciudad” de Charlot.
P: Pues con esta última respuesta, Alberto Iniesta Jiménez…
AIJ: ¿Ya se ha acabado el examen? (sonriendo)
P: … hemos llegado al final de nuestra entrevista.
AIJ: Muy bien.
P: Le agradecemos sinceramente que haya venido desde, desde el Seminario para estar con nosotros aquí...
AIJ: Nada, encantado.
P: …estos tres cuartos de hora aproximadamente que ha durado la entrevista, ha sido un placer.
AIJ: Igualmente, de verdad.
P: Una lección de experiencia y de humanidad.